Con informes oficiales y escritos de época
Cuando los rumores se convierten en supersticiones y estas en creencias, no hay marcha atrás. La falsa realidad se impone como cierta. El miedo da paso a la histeria, y si ésta se transforma en colectiva ya nadie puede pararla: mi marido es un vampiro, mi hermana también, el vecino de la calle de atrás ha vuelto de la tumba. ¡Hay que matarlos!
Pero, cómo, si ya están muertos. Les clavamos una estaca en el corazón y después les cortamos la cabeza. Hay que hacerlo por el día, que es cuando duermen. Y por si acaso, debemos tirar las cabezas al río. ¿Y si no son vampiros? Los enterramos de nuevo y aquí no ha pasado nada. ¿Y si nos lo prohíben? Nos marchamos. ¡Qué trabajen ellos!
Fue esto último, ¡qué trabajen ellos!, lo que dio lugar a una de las investigaciones más extraordinarias del siglo XVIII. Pero ¿por qué se produjo esa creencia tan ciega en la existencia de los vampiros? En una época donde se trabajaba de sol a sol no había lugar para la cultura. El aprendizaje quedó relegado a un imposible. No tenían espacio para pensar ni para intentar comprender los conceptos más básicos o los rumores, que cada vez más, iban creciendo y extendiéndose.
- Peter Plogojovitz, un vampiro.
- Datos sobre el primer vampiro documentado.
- Un segundo caso de no-muerto documentado.
- Acerca de los llamados vampiros.
- El vampiro documentado llega a los libros.
- Vampirismo en la historia: de la superstición a la prohibición.
Peter Plogojovitz, un vampiro
El vampiro documentado, a nivel oficial, surgió a raíz de la histeria colectiva que se produjo en el siglo XVIII, donde las grandes epidemias de vampirismo (coincidentes con las epidemias de peste y otras enfermedades de la época) asolaron algunos territorios de la antigua Europa Oriental.
El Informe Frombald, en 1725, en el que se utilizó la palabra vampiro (vanpiri) por primera vez, fue el primer documento oficial que se redactó y se basó en el caso de Peter Plogojovitz (Petar Blagojevich), un campesino serbio fallecido en 1725 en la localidad húngara de Kisilova.
Después de su muerte se sucedieron varias defunciones de carácter inexplicable, tras lo cual comenzó a correr el rumor de que el supuesto vampiro documentado (que aún no lo era) había sido visto en varias ocasiones acosando y maltratando a sus vecinos, y hasta incluso dando muerte a algunos de ellos.
Los habitantes de Kisilova, por miedo a que toda la comunidad pudiera ser exterminada, exigieron a Frombald, un funcionario del gobierno austriaco, que autorizara la exhumación para poder comprobar la veracidad de los hechos. Frombald dio su consentimiento y la exhumación se llevó a cabo.
Poner fin a la epidemia
Para acabar con la epidemia procedieron a realizar el ritual de la muerte del vampiro (estaca en el corazón, quema en la hoguera y devolución de las cenizas a la misma sepultura [más adelante las cenizas se arrojarían al río]). El informe original que Frombald redactó después de presenciar los hechos puede encontrarse en los archivos de Viena.
Fueron varias las cuestiones que llevaron a creer en la conversión. La primera, porque habían visto aparecer a los difuntos. La segunda, porque se escuchaban ruidos de ultratumba. Después de esto llegaba la profanación. Si les habían crecido las uñas o el pelo, eran vampiros; si se les habían quedado los ojos abiertos, eran vampiros; si sangraban al clavarles la estaca, eran vampiros… Las posibilidades de que los susodichos no fueran vampiros eran escasas.
Datos sobre el primer vampiro documentado
El informe oficial Frombald, que fue rescatado por el profesor Antoine Faivre de los Archivos de Viena, llevaba este título: Copia des vom HRM Frombald Kayl. Cameral Provisore Serviens damals in Schwang gegangenen sogena vanpiri oder Blustsauger.
El nombre | Frombald| probablemente fue confundido o aliterado con el paso de los años. Según datos del propio profesor Faivre, el firmante del documento se llamaba Fromann, y no Frombald.
Hoy en día se desconoce el lugar donde se encuentra la sepultura de Peter Plogojovitz, de la que fue eliminada toda señal para evitar que el supuesto no-muerto o vampiro documentado volviera del más allá.
«Por último, siguiendo la costumbre, han quemado el cuerpo, de todo lo cual informo a la honorable Administración, al tiempo que pido perdón si alguna negligencia fue cometida en este asunto, no debiendo ser achacada a mi persona, sino a la plebe, que se dejó llevar por el miedo»
(Extracto del informe Frombald).
Un segundo caso de no-muerto documentado
El segundo caso de vampiro documentado fue el de Arnold Paole, un haiduk transformado en vampiro después de su muerte en Medveja en 1725, muerto al estilo tradicional de los vampiros tras haber convertido a 16 de sus conciudadanos, y vuelto otra vez a la vida como vampiro en el año 1731.
Ese mismo año, 1731, varios haiduks se quejaron de que se habían producido algunas muertes misteriosas y se convencieron de que estas habían sido perpetradas por vampiros. En especial, se culpó a Arnold Paole, alegando que había vuelto de su tumba convertido en vampiro por segunda vez.
Debido a las protestas, el Oberstleutnant Schnezzer (teniente coronel) envió a un médico experto en epidemias llamado Glaser a la zona, que después de estudiar la situación mandó un informe en el que solicitaba que se ejecutara a los supuestos vampiros para evitar que los haiduks se marcharan del lugar.
Se tomó la decisión de enviar una comisión para investigar los hechos. Esta comisión estuvo formada por el cirujano militar Johann Flückinger, los tenientes coroneles Büttner y Lindenfels y otros dos cirujanos militares, Siegele y Baumgarten.
Se exhumaron los cuerpos y se determinó que doce de ellos tenían los signos que normalmente se atribuía a los vampiros. Una vez que concluyó el examen, los gitanos cortaron las cabezas de los supuestos vampiros, las quemaron y arrojaron las cenizas al río Morava. Los que no se habían convertido en vampiros fueron enterrados nuevamente.
Acerca de los llamados vampiros
Johann Flückinger redactó el segundo informe oficial dedicado al vampiro documentado, Visum et Repertum (en alemán), con el siguiente título: «Acerca de los llamados vampiros o chupasangres, en Medwegya en Serbia, en la frontera con los turcos, a 7 de enero de 1732». (Über die sogenannte Vampyrs oder Blutaussaugers, so zu Medwegya in Servien, an der türckischen Gräniz, den 7. Januarii 1732 geschehen).
Poco tiempo después, Johann Friedrich Glaser, padre del médico que formó parte de la investigación, envió la carta (en alemán) que su hijo le escribió al diario Commercium Litterarium de Nuremberg, una revista científica de gran importancia. El caso del vampiro documentado se extendió por toda Europa llegando a La Haya, Londres y Berlín y fue motivo de discusión a todos los niveles.
En 1733, Johann Christoph Harenberg (1696 – 1794), filósofo, teólogo e historiador alemán, escribió la obraVernünftige und Christliche Gedancken über die Vampirs (Conceptos racionales y cristianos sobre vampiros o chupasangres). Este es uno de los primeros tratados sobre vampiros que se conocen.
El vampiro documentado llega a los libros
Michael Ranft (1700 – 1774), que ya había redactado una pequeña tesis en 1725 (Dissertatio historico-critica de masticatione mortuorum in tumulis) basándose en la historia del primer vampiro documentado, trató de dar una explicación racional a estos y a otros sucesos en su obra De masticatione mortuorum in tumulis (1728), y posteriormente en Tractat von dem Kauen und Schmatzen der Todten in Gräbern (1734).
Agustín Calmet (1672 – 1757), abad de Senones y destacado exégeta francés, publicó, en 1746, en dos volúmenes, Dissertations sur les Apparitions des Anges, des Démons et des Esprits, et sur les revenants, et Vampires de Hongrie, de Boheme, de Moravie, et de Silésie. El segundo volumen, dedicado al vampirismo, se puede encontrar en español con el título Tratado sobre los vampiros (Editado por Reino de Cordelia).
En 1753 se publicó el tomo 4 de las Cartas eruditas y curiosas de Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro (1676 – 1764), ensayista y polígrafo español. La carta XX (Reflexiones críticas sobre las dos Disertaciones, que en orden a Apariciones de Espíritus, y los llamados Vampiros, dio a luz poco há el célebre Benedictino, y famoso Expositor de la Biblia D. Agustín Calmet) está dedicada a comentar el ensayo sobre vampiros escrito por Agustín Calmet.
Vampirismo en la historia: de la superstición a la prohibición
El vampiro documentado continuó su camino, y esta vez llegó de la mano de Gerard van Swieten (1700 – 1772), un médico de origen neerlandes que en 1755 redactó un informe médico, Remarques sur le vampyrisme de Sylésie de l’an 1755, sobre un nuevo caso de vampirismo acaecido en Hermersdorf. El nombre del presunto vampiro era Rosina Lolackin y, al igual que los anteriores vampiros, fue decapitada y posteriormente quemada.
A partir de este hecho, que fue calificado por Swieten de bárbaro y sacrílego, se promulgó un edicto, bajo el reinado de María Teresa I de Austria, en el que se prohibió expresamente todo tipo de ejecuciones de supuestos vampiros. El uso de estacas, decapitación y quema posterior de cadáveres se consideró una práctica supersticiosa e irracional y las epidemias de vampirismo desaparecieron.
La histeria había pasado, pero la idea de continuar con escritos sobre el vampiro documentado no cesó. Así, en 1764, Voltaire dedicó un apartado del tomo 6 de su Diccionario filosófico a comentar, al igual que se había hecho anteriormente, el ensayo sobre vampiros escrito por Calmet.
Ya en el año 1768, Andreas Ulrich Mayer publicó el libro Abhandlung des Daseyns der Gespenster, nebst einem Anhange vom Vampyrismus (Tratado de la existencia de los fantasmas, junto con un apéndice del vampirismo). Este apéndice sobre el vampirismo (en alemán) fue escrito por Gerard van Swieten, basándose en el informe que él mismo había redactado en 1755.
El Legado de los Vampiros: obras Clave en la Era Post-Vampírica
Otras obras importantes que se escribieron una vez terminado el siglo de los vampiros en Europa fueron las de los autores Jacques Collin de Plancy (1793 – 1887), ocultista y demonólogo francés, y Augustus Montague Summers (1880 – 1948), sacerdote y erudito inglés.
A Collin de Plancy se le atribuyó Histoire des vampires et des spectres malfaisans: avec un examen du vampirisme (1820). Entre las obras de Montague de Summers cabe destacar The Vampire in Europe (1929), donde el autor describe la presencia de los vampiros a lo largo de la historia y realiza un estudio sobre el tema.
Epílogo. La fascinación por los vampiros perdura hasta nuestros días
Hasta casi 1930 duró la histeria que provocaron los vampiros en el siglo XVIII. Dos siglos repletos de supersticiones, creencias, rituales, sacrilegios y profanaciones de tumbas. Curioso resulta saber que en el momento en el que se prohibió por ley la ejecución de supuestos vampiros, la histeria se fue apagando hasta diluirse casi por completo.
Convencida estoy, sin embargo, de que incluso después de la prohibición se siguió ejecutando a supuestos vampiros a escondidas, al menos, durante algún tiempo. Han pasado los años, y los siglos, y aún a día de hoy nos siguen llegando noticias de aquellos tiempos tan estrambóticos. Noticias, que además, se utilizaron como tema de discusión en las ciudades más importantes de la época.
¿Cómo es posible que la supuesta existencia de los vampiros llegara a instancias tan altas? ¿Había peligro de contagiarse de esa extraña creencia? Probablemente sí. Si no, ¿por qué los religiosos e intelectuales de la época escribieron libros sobre conceptos racionales? Quien creía en los vampiros no podía leerlos porque no tenía acceso a la cultura. Quien no creía, tal vez, había empezado a pensar en la posibilidad. ¿Y si es verdad? ¿Y si existen los vampiros? ¿Y si…?
A eso punto llegó la locura. Y después llegaron los relatos, los poemas y las novelas de vampiros que tanto alimentaron la literatura y cine de terror que llegan hasta nuestros días. Las películas de cine mudo y sonoro con versiones casi infinitas del más famoso de todos los vampiros: el conde Drácula, de Bram Stoker. Historias basadas en hechos supuestamente reales que quedaron documentados para la posteridad, y una pregunta con una única respuesta: la fascinación por los vampiros no tiene límites.
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