El director de cine neoyorquino Stanley Kubrick (1928-1999) es reconocido como uno de los cineastas más importantes e influyentes de la historia del cine y un genio. Aunque todo su cine tiene una marcada impronta autoral se considera, de acuerdo con el propio Kubrick, que existen dos etapas en su filmografía. La segunda, quizás, más madura y personal, comienza con 2001, una odisea del espacio (1968). El objetivo del presente artículo es el análisis de algunos conceptos consustanciales a su cine, con referencias a películas que se han entendido como las más representativas de los mismos; todas ellas correspondientes con la segunda etapa del director.
- Un trasfondo psicológico: La obsesión como elemento distorsionador de la racionalidad.
- Una posible hipótesis de Stanley Kubrick sobre la cuestión de la “evolución humana”: Análisis desde la doble perspectiva moral e intelectual. ¿Una conclusión desoladora?
- El sexo y la violencia a través de la mirada de Kubrick: La provocación inteligente.
- La importancia de la simetría en el cine de Stanley Kubrick: Tipos y significados. El “efecto asimétrico”.
- Una conclusión sobre el cine de Stanley Kubrick y una reflexión sobre la importancia del papel autocuestionador del Arte.
Un trasfondo psicológico: La obsesión como elemento distorsionador de la racionalidad
El “estado alterado de consciencia”
En 2001, Una odisea del espacio (1968), basada en el cuento El centinela (1951), de Arthur C. Clarke, el astronauta Dave Bowman (Keir Dullea) asiste impotente al frío asesinato de su compañero Frank Poole (Gary Lookwood) por la computadora HAL 9000, aparentemente perfecto sistema de inteligencia artificial. Inmediatamente después de este trágico suceso una idea que traspasa la racionalidad para convertirse exclusivamente en obsesión (la racionalidad interferida por la obsesión) se apodera de la mente de Bowman, acabar con HAL…
Acontece entonces la dramática secuencia de la progresiva desconexión de HAL por Bowman, mientras ésta entona, con creciente agonía, la canción popular Daisy Bell (Bicycle built for two), compuesta en el año 1892, por Harry Drake. La complejidad psicológica de este hecho parece conducir inexorablemente al cerebro de Bowman a un terreno misterioso por inexplorado, un umbral que quizás la racionalidad o la inteligencia no estén preparadas para atravesar, sumergiendo finalmente su mente en lo que podría definirse como “estado alterado de consciencia o racionalidad”, representado en ese mítico último “viaje alucinógeno” espacio-temporal, que escapa de los límites de la realidad para adentrase en una dimensión ignota.
La pasión o el deseo obsesivos como eficaces conductores hacia la frustración
En La naranja mecánica (1971), basada en la novela de título homónimo, de 1962, de Anthony Burgess, Alex (Malcolm Mcdowell), es un joven ultraviolento, pero también, culto e inteligente, aficionado a la música clásica, y en particular a Beethoven. Esa obsesiva pulsión por la violencia le aboca al “método Ludovico” que, entre otras cosas, condiciona su capacidad intelectual en lo que se entiende que va asociada a la violencia, llegándole a provocar náuseas escuchar la música que antes idolatraba.
En Barry Lyndon (1975), basada en la novela La suerte de Barry Lyndon (1844), de William Makepeace Thackeray, el “factor obsesivo” que afecta al protagonista Barry (Ryan O’neal) son sus ansias arribistas de ascender de clase social. Y es al interaccionar con esos “agentes” de las “clases altas” cuando su racionalidad se va a ver “interceptada” por su incapacidad de manejar su excesiva ambición y de acceder a los particulares códigos de la “nobleza”.
Se ha llegado a afirmar que ver Barry Lyndon es como visitar un museo de pintura. Es cierto que la película es mucho más que eso, pero esta intencionalidad pictórica de Stanley Kubrick resulta fundamental para entender su grandeza y su consideración como obra de arte.
En su última gran obra, la enigmática, cautivadora, perturbadora y abierta a múltiples interpretaciones Eyes Wide Shut (1999), basada en la novela Relato soñado (1925), del escritor austríaco Arthur Schintzler, al médico Bill Harford (Tom Cruise) le obsesiona una confesión, en tono retador, que le hace su mujer Alice (Nicole Kidman) de haber tenido una fantasía sexual con otro hombre, que le llevó incluso a replantearse abandonar, por ese hombre, toda su vida anterior. Bill lo interioriza en silencio hasta atormentarle y ser incapaz de pensar en otra cosa. Una serie de “casualidades” le llevan a emprender un viaje nocturno por la ciudad buscando vengarse de la humillación que le ha infringido su esposa. La constante frustración de cualquiera de sus intentos le lleva a sentirse más y más humillado y ridiculizado, incluso en su propia “condición masculina” (ese contundente “¡desnúdese!” a la vista de todos los enmascarados cuando es descubierto en la escena de la orgia ritual y el posterior sueño sexual revelado por su mujer, que resulta aún más perturbador que la fantasía sexual).
Una posible hipótesis de Stanley Kubrick sobre la cuestión de la “evolución humana”: Análisis desde la doble perspectiva moral e intelectual. ¿Una conclusión desoladora?
Una de las hipótesis que más han circulado siempre sobre el significado de 2001, Una odisea del espacio es la de los saltos evolutivos en el conocimiento que el monolito provocaría sobre la mente humana. ¿Pero, qué connotación podía dar Kubrick a esas “evoluciones” de la mente humana si siempre se ha entendido que su concepción última sobre el hombre era la popularizada por el filósofo Thomas Hobbes de “el hombre es un lobo para el hombre”?
Tras la primera aparición del monolito en la película, uno de los primates protohomínidos descubre la utilización como arma de un hueso perteneciente al esqueleto de un tapir. Al implicar ejercicio de violencia, se podría considerar un hecho moralmente rechazable. Sin embargo, desde un punto de vista intelectual, esta consideración ¿no debería ser positiva al haber sido capaz aquel de efectuar, independientemente del juicio de calidad moral que merezca, un razonamiento inédito y, por tanto, un descubrimiento?
Resulta indescriptible la deslumbrante y emocionante belleza para los sentidos que provoca el final de 2001, Una odisea del espacio con el conocido como “bebé de las estrellas” mirando fijamente a la cámara, y con el apoteósico acompañamiento musical del poema sinfónico de Richard Strauss, Así habló Zarathustra, Op. 30. Precisamente, la presencia de un disco de la banda sonora de ésta en la secuencia de Alex en la tienda de música en La naranja mecánica, siendo ésta la siguiente película de Kubrick, y más allá de la utilización por éste del metalenguaje cinematográfico y del guiño autorreferencial, se ha querido ver como una posible conexión entre el “bebé de las estrellas” y Alex. Se interpreta o reinterpreta así la finalización de aquella película y el inicio de ésta a través de las miradas fijas a cámara del bebé y de Alex en el sentido de ser ambos, en realidad, la misma persona. Así aunando Alex, en su forma de ser violencia, pero también inteligencia, nuevamente su evolución sería negativa moralmente y positiva intelectualmente.
Es tomando moralidad e intelectualidad en una consideración conjunta y no por separado, cuando se observaría la evidente conclusión negativa y, por tanto, pesimista, tanto de las evoluciones del protohomínido y del «bebé-Alex” con respecto a ellos mismos, como – lo más importante – de la humanidad en su conjunto (desde el “protohomínido del hueso” hasta Alex). “La inteligencia al servicio del mal”, una conclusión francamente desoladora…
El sexo y la violencia a través de la mirada de Kubrick: La provocación inteligente
Sexo y violencia fueron percibidos por Stanley Kubrick como condiciones inherentes al ser humano, optando por utilizar en su abordaje no pocas dosis de ironía, cinismo, sarcasmo y/o humor negro con los que “provocar” al espectador de una forma en la que éste se vea obligado o forzado a (auto)cuestionamientos morales, ideológicos o religiosos que hagan brotar sus propias contradicciones e incluso hipocresías, y que, al mismo tiempo, sea consciente de las mismas, lo que finalmente le haga sentirse incomodado. Dos buenos ejemplos de ello son los finales de La naranja mecánica y Eyes Wide Shut.
En la primera, siendo el narrador de sus vivencia el propio Alex, el espectador, que se ha visto “forzado” a acompañarle durante todas sus “aventuras” y “desventuras” y “sufridor”, con él, de todo su calvario desde el “método Ludovico”, ante esa magistral escenificación de “final feliz” que representa la última secuencia, con Alex “curado” y casi en éxtasis, escuchando, a todo volumen, “La Novena” de su nuevamente amado Ludwig Van Beethoven, se siente prácticamente compelido a alegrarse de que finalmente recobre su libre albedrío, aun cuando queda clara su inmediata opción por regresar a la ultraviolencia (se aparta Kubrick, con acierto, del final buenista por el que optó Burgess en su novela). De igual manera, el final de Eyes Wide Shut con esa contundente y “provocativa” palabra final pronunciada por Alice, parece instar al espectador a hacerse múltiples preguntas relacionadas con el sexo y la institución matrimonial y sobre la frecuencia de la presencia de aquel en éste y sus consecuencias.
La importancia de la simetría en el cine de Stanley Kubrick: Tipos y significados. El “efecto asimétrico”
La simetría formal o escénica de Stanley Kubrick: Análisis del plano secuencia inicial de La naranja mecánica.
La naranja mecánica se abre con el icónico plano secuencia en el “Korova Milk Bar” y el acompañamiento de la perturbadoramente hermosa adaptación electrónica que la compositora Wendy Carlos hace de la pieza de música clásica Music on the Death of Queen Mary, de Henry Purcell (1694). Ejerce aquí la cámara como un alter ego del espectador, que se siente directamente interpelado por esa mirada de Alex, maquiavélica y retadora, pero también magnética e hipnótica. Desde un eje imaginario situado, con precisión entre los ojos de Alex, la cámara (el espectador), coherentemente con las sensaciones descritas que le provoca esa mirada, se va a ir alejando lenta y sigilosamente, pero sin detenerse. A ambos lados de ese imaginario eje se descubre primero a los “drugos” e inmediatamente, y con una disposición en perfecta simetría, la decoración grotescamente erótica, otros clientes del bar y, finalmente, dos camareros.
En conclusión, con la utilización por Stanley Kubrick del concepto de “simetría formal” como recurso fílmico, no solo tiene la intención de deslumbrar con perfeccionismo formal, sino que también, como se ve, pretende un trasfondo psicológico importante.
Las “simetrías argumentales” y sus “efectos asimétricos”
De mayor complejidad que las “simetrías formales”, lógicamente más fácilmente advertibles por el espectador en el mismo momento en el que se está desarrollando la secuencia, una forma de hallar estas “simetrías argumentales” sería con el traslado imaginario de la película a una especie de retablo. En él, el “eje” de la simetría lo constituirá un suceso impactante producido en su parte central (el “método Ludovico” en La naranja mecánica y la orgía en Eyes Wide Shut) dejando “a ambos lados” del mismo una apariencia de repetición de las “mismas secuencias”.
¿Y por qué está “simetría” es “apariencia de repetición”? Siguiendo con los ejemplos de La naranja mecánica y Eyes Wide Shut, la apariencia de repetición lo constituirían, tras el suceso o “eje”, los regresos y reencuentros de Alex y Bill a los mismos escenarios y con los mismos personajes (o “equivalentes”, como es el caso de las prostitutas Domino y Sally en Eyes Wide Shut). Sin embargo, el desarrollo de las secuencias acaece ahora de manera diferente, contradictoria u opuesta a lo sucedido en la primera mitad de la película. Con estas estructuras fílmicas, el director neoyorquino logra resaltar, con mucho acierto, tanto la íntima conexión de las secuencias a uno y otro lado del eje (“simetrías”), como lo irónico, – muy del estilo kubrickiano-que subyace en tales “contradicciones” (“asimetrías”).
Una conclusión sobre el cine de Stanley Kubrick y una reflexión sobre la importancia del papel autocuestionador del Arte
Para hacerse una idea de la complejidad y, en consecuencia, apertura a múltiples e incluso contradictorias interpretaciones que trasmiten muchas de las películas de Stanley Kubrick, en alguna ocasión fue descrito su cine con la frase que en 1939 pronunció el histórico político Winston Churchill sobre Rusia, “un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma”.
Acertijo, misterio, enigma… Términos que, por cierto, y curiosa, pero lógicamente, aplicados a la política y a las intencionalidades de políticos y gobernantes pueden inquietar o no resultar convenientes e incluso peligrosos, pero que aplicados al Arte y al artista y a las intencionalidades de éste no solamente son convenientes, sino también absolutamente necesarios. Un hermoso cauce para invitar o incitar a la reflexión y al “provocativo” y muy sano ejercicio de cuestionarse a uno mismo. Kubrick cumplió con ello – nunca mejor dicho sobre él – a la perfección.
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Álvaro Blanco Hernando. Cinéfilo sobre todas las cosas y también apasionado
de la fotografía, la literatura y la música. Siempre con inquietud por el Arte en
todas sus manifestaciones.