Sátántangó (1994), con una duración de más de siete horas, es una incontestable joya de culto de la cinematografía mundial y Béla Tarr, su director, es justamente colocado al mismo nivel de calidad e impronta autoral que otros grandes maestros del cine europeo como Carl. Th. Dreyer, Ingmar Bergman, Andréi Tarkovski, Theo Angelopoulos o Víctor Erice.
Índice de contenidos:
- Etapas en la filmografía de Béla Tarr: realismo y estilismo.
- Análisis de Sátántangó desde el punto de vista del contexto histórico, social y político.
- Sátántangó o el efecto de extrema morosidad en la utilización del tiempo cinematográfico.
- Complejidad/Profundidad narrativa.
- La transcendencia de los principales personajes de Sátántangó como expresión de referencias y conceptos morales, filosóficos, literarios o cinematográficos.
- 1. Irimiás o el «idealismo» interesado.
- 2. Estike o una “solución” nihilista como rebeldía ante el destino.
- 3. El doctor o la complejidad de los procesos creativos.
- Susan Sontag sobre Béla Tarr y Sátántangó.
Etapas en la filmografía de Béla Tarr: realismo y estilismo
Autor de nueve largometrajes, además de cortos y algún proyecto para televisión, en la filmografía de Béla Tarr se pueden distinguir dos etapas, a las que les une la casi continua presencia del blanco y negro. Su primera etapa abarca sus cuatro primeras películas y se adscribe a una corriente socialista-realista, con un estilo pseudo documental y la frecuente utilización de la cámara en mano. Por sus temáticas y estilo se compara esta etapa con la del cineasta John Cassavetes.
La película objeto de este análisis, Sátántangó (1994), pertenece a su segunda etapa, la cual abarca hasta su última obra maestra, El caballo de Turín (2011). Realiza en esta etapa otras dos grandes obras, Las armonías de Werkmeister (2000) y El hombre de Londres (2007). Béla Tarr introduce en esta etapa determinadas cuestiones filosóficas en sus películas, habiéndosele considerado, por la postura adoptada ante las mismas, como una suerte de filósofo apocalíptico de la miseria o desolación humanas.
Asimismo, la forma de rodar pasa a ocupar un lugar primordial. Planos secuencia muy largos, combinados con perfectos y elegantes trávelins de efecto hipnótico (que recuerdan en ocasiones a los característicos de Stanley Kubrick). No supone ningún ejercicio fútil o pretencioso, por cuanto forma va íntimamente ligada a fondo, constituyéndose precisamente como un enriquecimiento de éste. Así, incluso acciones que se desarrollan en exteriores abiertos y amplios generan atmósferas opresivas y desoladoras, nunca carentes de belleza.
El cineasta contemporáneo Gus Van Sant es probablemente el realizador que mayor admiración ha mostrado por Béla Tarr y se reconoce deudor de su estilo en películas como Gerry (2002) o Elephant (2003), sobre la matanza acaecida en el instituto de Columbine, Estados Unidos, en 1999.
Análisis de Sátántangó desde el punto de vista del contexto histórico, social y político
Sátántángo (“Tango satánico”) “relata gradualmente los problemas de una granja colectiva durante unos pocos días de otoño en los años de la Hungría poscomunista, observada desde la perspectiva de distintos personajes” (Filmaffinity). Está basada en la novela de László Krasznahorkai de título homónimo, publicada en 1985.
La famosa secuencia inicial de las vacas saliendo del establo puede considerarse como una alegoría que daría lugar a una plausible lectura sociopolítica/económica de toda la película. Al respecto no debe olvidarse que precisamente por su temática de fondo, y debido a una censura previa del régimen comunista, Béla Tarr no pudo comenzar a plantearse su rodaje hasta la caída de dicha dictadura, en 1989.
Los habitantes del pueblo (vacas) alcanzan la libertad (salida del establo o régimen opresor comunista) tras haber sido tratados como rebaño, forzadamente obediente, por la dictadura. Sin embargo, aquí parece no haber existido “rebelión en la granja” orwelliana alguna, pues da la impresión de que los habitantes se han “acostumbrado” a vivir en mansedumbre (deambular de las vacas).
Desde un punto de vista económico, las presuntas bondades igualitarias proclamadas por el régimen comunista no han sido más que falsa propaganda, pues a su caída, viven en condiciones absolutamente miserables. Como los otros regímenes de la época, de idéntico signo, de la Europa Central y del Este, el Estado parece haber destinado gran parte de sus recursos a la obsesiva y violenta vigilancia política y social. En este aspecto, resulta muy descriptiva y demoledora la secuencia de los dos burócratas redactando un informe policial sobre la personalidad de todos y cada uno de los habitantes.
Pero tampoco la incipiente llegada de la libertad económica (capitalismo) se va a librar del mordaz retrato irónico de Tarr. Afloran entre los habitantes sentimientos egoístas que pueden conducir a la mezquindad de planear apoderarse de “lo ajeno” desde una idea de “necesidad”, aun cuando todos los habitantes se encuentren en idéntica (mala) situación económica.
Sátántangó o el efecto de extrema morosidad en la utilización del tiempo cinematográfico
Sátántangó supone por su duración y forma de utilizar el tiempo cinematográfico dentro de esa duración, la cumbre del estilo propio de Béla Tarr en su segunda etapa. Lejos de resultar artificioso o caprichoso, su objetivo es lograr una transposición a cine lo más fiel posible del tiempo real, que logre capturar la atención del espectador, como si del paciente observador de un cuadro en movimiento se tratase o como si estuviera sometido a un ejercicio de hipnosis. Como se ve, intencionalidades muy similares a las de Andréi Tarkovski.
Una de las consecuencias de dicha forma de utilizar el tiempo es la de un aumento progresivo de la inquietud del espectador. Y es que factores como la incesante lluvia, la ingente presencia de arañas debido a la humedad y la trama del dinero a repartir por la cosecha, harán inevitablemente mella en la psicología de los personajes, afectando a las relaciones entre algunos de ellos, que se van tornando más incómodas y hostiles.
A la generación de esta atmósfera asfixiante y opresiva también contribuye la magnífica música compuesta por el polifacético Mihály Víg, quien, asimismo, interpreta a Irimiás en la película. Melodiosa e inquietante, minimalista, sin subrayados espectaculares. Responde a la perfección al tono de la película, como si proviniera de las entrañas de ésta.
Complejidad/Profundidad narrativa.
La transcendencia de los principales personajes de Sátántangó como expresión de referencias y conceptos morales, filosóficos, literarios o cinematográficos.
Con la circunstancia añadida de la existencia de un narrador, trasunto necesario del propio Béla Tarr, la mirada general de éste sobre sus personajes es comprensiva, aunque desde la distancia. No desea juzgarles. Incluso, en ocasiones, no elude ciertas dosis de socarronería, rayana en la comicidad. Con ello, evita cualquier clase de “condescendencia sensiblera”, distanciando también un tanto al espectador de la probable carga emocional dramática producida en algunos momentos del metraje.
1. Irimiás o el «idealismo» interesado
Enigmático personaje, que se comporta al tiempo como místico, profeta, intelectual, filósofo, poeta o emprendedor; en conjunto, aventurero e idealista. Posible “quijote” con un grado de locura (sin quedar claro si genial, patológica o ambas) a quien su “fiel escudero” Pétrina intenta, infructuosamente, colocar ante el espejo de la realidad.
Sin embargo, el personaje presenta unas costuras bastante oscuras confirmadas en el largo discurso a los habitantes en la taberna. “Digno” de cualquier “político profesional”, irreprochable desde un punto de vista dialéctico, pero manipulador y hasta retorcido en el fondo.
A lo mejor, Irimiás es otro “pobre diablo”, ni tan “bueno”, ni tan “malo”, incluso susceptible de dar más pena al autoengañarse, sobrevalorando sus capacidades, y creyéndose capaz de escapar de la “vulgaridad común”, lo que aumentaría su patetismo.
2. Estike o una “solución” nihilista como rebeldía ante el destino.
La niña Estike sufre de una soledad patológica provocada no solamente por el aislamiento en el que le han sumido su familia y el pueblo con su indiferencia, sino también por lo que el pueblo significa en sí mismo como lugar o entorno. Como metáfora, Estike sería como una “partícula” excluida de su materia (familia), y el pueblo, un microcosmos muy alejado del cosmos (civilización).
Cuando “todo” es “nada” es imposible plantearse ni siquiera “algo”, ni una infancia normal, ni un futuro que será “no futuro”. El nihilismo entendido como ejercicio rebelde de libertad ante presentes, porvenires y destinos oscuros se plasma en Estike de la manera más radical, abrupta e impactante posible.
3. El doctor o la complejidad de los procesos creativos
Sin salir de casa, sentado en el sillón, con su botella de alcohol siempre a mano, observando a través de la ventana para escribir posteriormente sobre ello, así transcurre la vida del doctor. El creador/autor omnisciente que escribe sobre lo que observa en el momento (“objetividad”), sus interpretaciones y juicios sobre ello (“subjetividad”), y lo que imagina sobre el contexto (“imaginación”).
Precisamente en esa utilización de la imaginación para escribir parece estar representada la Literatura (“la imaginación es poder”) que se diferenciaría de la Cinematografía, representada por el espectador de la película, quien ya “conoce lo que el doctor desconoce” y para lo que no necesitaría utilizar la imaginación.
Quizás Béla Tarr, a través del doctor, quiera trasmitir al espectador la complejidad que conllevan los procesos creativos artísticos. Y, asimismo, el doctor podría ser hasta tres alter ego, de Béla Tarr, de László Krasznahorkai (escritor de la novela y coguionista de la película), o/y del mismo Peter Berling (que encarna al doctor y era escritor en la vida real).
En este punto, por último, resulta inevitable el traer a colación a La ventana indiscreta (1954), de Alfred Hitchcock, pues, aunque el doctor carezca de la mirada voyeur del personaje encarnado por James Stewart, sí comparte con éste un afán “detectivesco”, aunque con pretensiones diferentes.
Susan Sontag sobre Béla Tarr y Sátántangó
La polifacética, muy respetada y admirada artista Susan Sontag quien, entre otros muchos campos, ejerció, de forma prestigiosa, la crítica cinematográfica, llegó a afirmar que Béla Tarr era uno de los salvadores del cine moderno, y que podría ver Sátántangó una vez cada año por el resto de su vida. De esta forma quiso otorgar al director húngaro y a la película el lugar preeminente que, indudablemente, merecen en la historia del cine.
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Álvaro Blanco Hernando. Cinéfilo sobre todas las cosas y también apasionado
de la fotografía, la literatura y la música. Siempre con inquietud por el Arte en
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