¿Qué tan seguido escuchamos hablar sobre los grandes exponentes de la literatura y, en comparación, cuántas escritoras son mencionadas entre ellos? ¿las mujeres del pasado no escribían, acaso, o hablaban solo de romance? ¿hemos notado alguna vez que existe una brecha entre hombres y mujeres en cuanto a confianza para compartir las creaciones propias?
La enseñanza de historia de la literatura con perspectiva feminista es de gran importancia para que las mujeres latinoamericanas de la actualidad nos hagamos dueñas de nuestras creaciones literarias y nos sintamos seguras de compartirlas como un acto político. Las mujeres hemos sido borradas en muchos ámbitos, incluyendo el arte y, de forma más específica, la literatura. También hemos sido vistas como aquellas cuyas ideas y experiencias no vale la pena escuchar, mucho menos leer. Para escribir, u otras actividades artísticas y científicas, las mujeres necesitamos encontrar a nuestras referentes, alguien con quien identificarnos, que nos recuerde que también hacemos parte del mundo.
- Contra el borrado de mujeres en la literatura.
- Autoras con una voz propia.
- La necesidad de definirnos. Referentes de la literatura femenina.
- Identidad, reconocimiento y resistencia. La libertad intelectual de las escritoras.
Contra el borrado de mujeres en la literatura
Ya lo dijo Virginia Woolf en Una habitación propia: a lo largo de la historia, las mujeres tuvieron que mantenerse anónimas bajo seudónimos, e incluso, se encontraban en situaciones que no les permitían escribir siquiera. Muchas que se encontraban en el anonimato, cuyos nombres vieron la luz tiempo después, como Jane Austen, y mujeres que firmaron bajo otro nombre, como la colombiana Soledad Acosta de Samper (Aldebarán).
Podemos mencionar también a Sor Juana Inés de la Cruz, que entró a un convento para poder seguir estudiando y, por supuesto, escribiendo, en una época donde el único destino al que podía aspirar una mujer era el matrimonio. Podría pensarse que todo esto es cosa de hace siglos, pero conocemos también el caso de Joanne Rowling, que tuvo que firmar únicamente con sus iniciales, porque quién iba a creer que una mujer podía escribir fantasía a finales del siglo XX.
Por supuesto, también hay que pensar en aquellas cuyas obras jamás fueron tomadas en serio y desconocemos de su existencia, al encontrarse su vida trastocada por otras opresiones, como la de raza o clase. Estas no son experiencias aisladas, sino colectivas. Son experiencias que han compartido mujeres en diversos lugares del mundo y en momentos distintos de la historia, cuyas consecuencias, aun en nuestros días, siguen presentes en nuestras vidas.
Autoras con una voz propia
Durante mucho tiempo se nos ha visto como seres que no escriben y que, si lo hacemos, nos encontramos cegadas por la emoción. Ven los pensamientos y sentimientos de las mujeres como si de un tema especialmente pobre se tratase, porque claro, el “sentimentalismo”, la rabia ante la injusticia de cada día y el amor entre mujeres es, para ellos, de poco valor. Aunque para nosotras lo signifique todo.
Es innegable la existencia de una literatura específica de las mujeres, porque solo nosotras vivimos en este mundo como tales. Los sentires referentes a la cotidianidad, nuestras experiencias, han sido rebajados durante mucho tiempo y nos corresponde hacerles espacio. Sin embargo, cómo vamos a ser plenamente conscientes de que podemos hacerlo, si aquellas que existieron y resistieron antes que nosotras han sido relegadas, dándoles un espacio prácticamente nulo. Esto desde los libros y clases de historia, hasta conversaciones cotidianas.
No encontramos allí a autoras como Rosamaría Roffiel, que publicó la primera novela explícitamente lésbica en México; Audre Lorde, mujer Negra, lesbiana y poeta; a Toni Morrison, que mantiene un fuerte discurso antirracista en sus novelas, una marcada reivindicación del Otro; o a Gioconda Belli, quien se atrevió a hablar de la sexualidad femenina sin filtro alguno hace casi 50 años. Ellas, y muchas otras, como Fanny Buitrago, dejan en evidencia la importancia de definirnos, reafirmarnos y hablar desde lo más profundo de nuestro ser, tratando la literatura como una necesidad vital, porque a través de ella “nombramos lo que no tiene nombre”.
La necesidad de definirnos. Referentes de la literatura femenina
La falta de referentes, no porque haya pocas escritoras, sino porque poco se nombran, es un problema real. Las niñas merecen crecer en el pleno saber de que existe algo más allá de lo masculino, una visión de las mujeres, desde el reconocimiento de la realidad propia. Deben saber que no estamos destinadas a musas, la Otra, ni a ser definidas desde fuera. Necesitan conocer que las mujeres escriben y que lo han hecho siempre, que en la literatura, ni en ningún otro lugar, existimos en función de la simplicidad de la perspectiva masculina.
Se necesitan autoras que les recuerden que podemos escribirnos por nuestra cuenta, y es necesario que lo hagamos. Deben conocer de cerca, por ejemplo, a Elena Garro, tan definida en relación con Octavio Paz y dejada por fuera de su propia historia; a Aurora Venturini, con su primer libro: Las primas (2007), que retrata la realidad y pensamientos cotidianos en su crudeza, escrito y publicado durante su vejez, demostrando que “es mejor tarde que nunca” y, por supuesto, Marvel Moreno, quien escribía durante el boom latinoamericano, pero no hizo parte de él, ni le veía la parte mágica a la sociedad colombiana, cosa que es de esperarse, pues vivió como mujer en un lugar tan lleno de injusticias y violencia. Existe la literatura femenina, y es con ellas con quienes tenemos experiencias compartidas, en quienes podemos buscar un verdadero referente.
Identidad, reconocimiento y resistencia. La libertad intelectual de las escritoras
A través del reconocimiento de la literatura de las mujeres, porque existe un discurso propio, es posible tener una visión más amplia y real del pasado, el presente y el futuro. La escritura, según Woolf y Lorde, depende de la libertad, una libertad intelectual que nos lleva a definirnos bajo nuestros términos. Esta libertad nos ha sido negada durante mucho tiempo y es hora de reafirmarnos como lo que verdaderamente somos.
Hay que escribir y compartirlo, porque este es también un acto político y es en el reconocimiento de las vivencias de nuestras antepasadas que nos encontramos con nosotras mismas. Esto es lo que nos da el valor de permitir que lo propio vea la luz y decir, orgullosas, que nos pertenece. Las mujeres necesitamos leer y escuchar las voces de aquellas con experiencias con las que podamos identificarnos.
Solo las mujeres amamos, sentimos, tenemos rabia, resistimos y escribimos como lo hacen las mujeres. Para reafirmarnos en un mundo de hombres, eurocentrista y blanco, saber que lo nuestro vale y tenemos lugar en el mundo, es fundamental saber de dónde venimos las escritoras, las poetas, quiénes estuvieron antes que nosotras y qué tenían para decir. Para construir el futuro, se debe conocer el pasado, contextualizarlo, y qué mejor lugar para hacerlo que en la literatura de las parecidas a nosotras.
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Colombiana, lesbofeminista y estudiante de Literatura. Amante de la poesía de mujeres. Soy aquella que se niega a regresar a la falsa comodidad del silencio.