«Entre 1940 y 1978 se presentaron ante el aparato censor estatal del Movimiento no pocas solicitudes de edición de la novela Los miserables (1862) del escritor romántico francés Victor Marie Hugo, más conocido como Victor Hugo — el estandarte romántico de la Francia de su época — , que obtuvo dictámenes muy distintos dependiendo tanto de los censores encargados a tal efecto como de la época en que fue sometida a censura; también influyeron en estos dictámenes otra serie de factores, como la propia imagen que se quería dar de la censura española, la opinión de los herederos del autor etc., etc.»
(García Lucio, 2016).
Índice de contenidos:
- Victor Hugo y Franquismo en la España de los sesenta.
- Los miserables de Victor Hugo, deja de estar prohibida para el franquismo.
- Traducciones que no fueron literales para evitar la censura.
- El franquismo impide que editoriales como Aguilar o Maucci publiquen la obra de Victor Hugo.
- Los sesenta permitieron criterios no aceptados anteriormente por el franquismo.
- Una obra solo al alcance de intelectuales.
- La autorización del año 1962 sienta precedente.
- Los miserables comienza a venderse por un precio más asequible.
- La obra de Victor Hugo puede contener enseñanzas positivas.
- La obra se reimprime dada su excelente acogida.
- Los miserables de Victor Hugo llega a todos los lectores con una edición de bolsillo.
- La opinión del censor queda en un mero formalismo: «Publicable».
- Una edición de 6.000, más otra de 10.000 ejemplares.
Victor Hugo y Franquismo en la España de los sesenta
Con la entrada de los sesenta, Los miserables va a verse envuelta directamente en lo que, previo estudio, hemos dado en denominarla segunda etapa de la obra. El expediente abrirá este decenio y será, concretamente, el presentado por Aguilar S.A. Ediciones en la fecha 21 de enero de 1960 (AGA, 1960, pag. 271). En la pertinente solicitud, puede observarse que la citada editorial lleva a cabo un pedido de cinco mil ejemplares de la novela a un precio que, según sus estimaciones, sería de ciento cincuenta pesetas por ejemplar.
En lo que respecta a la colección seleccionada, será JOYA la elegida para publicar bajo su propio sello los futuribles ejemplares. La respuesta por parte del franquismo, como en las anteriores ocasiones, iba a ser una fulminante negativa a su publicación. Decimos fulminante porque, en esta ocasión, se preocuparían de dejar bien atada su decisión mediante las siguientes observaciones:
Esta obra figura en el INDEX. Se habló últimamente de haberse hecho con ella excepción y haberse permitido. He procurado informarme sobre el particular, y no parece que se trate exactamente de lo que por aquí ha dicho la prensa. En circunstancias especiales se ha permitido una edición completa italiana por editores de “garantía”, con prefacio, notas, etc…
Como es cierto que la obra en bruto sigue siendo peligrosa, sobre todo por el énfasis declamatorio que pone en defender actitudes humanas salidas de la revolución o revoluciones y comentarios a instituciones religiosas, políticas…; y por la crítica directa que hace de ciertas de estas últimas instituciones, por ejemplo, la Madrid 4 de abril de 1960 del monacato… parece que, en efecto no haya razón ninguna para abrir la mano con ella».
NO DEBE AUTORIZARSE
P. Álvarez Turienzo
El conocido agustino y catedrático de Filosofía dejó bien clara su posición al respecto. Puede analizarse este informe y extraer de él diferentes conclusiones lógicas.
Los miserables de Victor Hugo, deja de estar prohibida para el franquismo
En primer lugar, Álvarez Turienzo empieza refiriéndose a la presencia de la obra en el Índice en presente, esto es, el 4 de abril de 1960. Esta primera afirmación podría resultar definitiva, como en casos anteriores. Y, según las siguientes indicaciones, en realidad esa es su conclusión. No obstante, el informante se ve obligado a añadir ciertas aclaraciones y atribuye a «la prensa» el haber informado errónea o sesgadamente sobre su salida del Índice.
Álvarez Turienzo dice haber intentado informarse al respecto. Sin embargo, cabe dudar de sus medios de información o de sus fuentes, pues de haber consultado el Índice, habría hallado inmediatamente una respuesta favorable a los «rumores». Cualquiera que fuera la fórmula empleada por la prensa, lo cierto era que Los miserables, a ojos del franquismo, ya no estaba prohibida.
Con todo, las pesquisas de Álvarez Turienzo sí ofrecen un resultado novedoso, respecto a la autorización de una edición de la obra completa en italiano, realizada por determinados editores y con notas explicativas, todo lo cual permite preguntarse respecto al carácter de las ediciones verificadas en España. Porque al año siguiente de su primera edición en francés, se editó en Madrid una traducción del escritor y crítico teatral Nemesio Fernández Cuesta (Madrid, Gaspar y Roig). En 1869 se publicó otra versión (Madrid, Urbano Manini), y hacia 1880 en la misma imprenta se ofrecería una versión resumida por José Muñoz y Gaviria. Entre otras ediciones posteriores, parece que la última anterior a la guerra civil fue una de 1830 (Barcelona: Cine Juventud).
Traducciones que no fueron literales para evitar la censura
La traducción de Fernández Cuesta no era una traducción literal, como ha puesto de manifiesto últimamente María Teresa Gallego, al realizar nuevamente el trabajo para la editorial Alba (1913), como tampoco lo era, naturalmente, la resumida de Muñoz y Gaviria. Aunque se trata este de un aspecto por investigar, cabe plantearse que los cambios efectuados pudieron tener que ver con la censura o con la circunstancia de evitar aquellos pasajes por los que podía haber sido incluida en el Índice.
Pero Álvarez Turienzo, mano ejecutora del franquismo, no valora la reedición de ninguna de estas traducciones, lo que se colige de su informe al respecto es que no se le solicitó el visto bueno respecto a una traducción concreta, sino respecto a la edición en sentido general. Y en este sentido, su dictamen se acomoda tanto a cuestiones políticas como religiosas.
Por un lado, condena la exaltación de actitudes humanas derivadas de los movimientos revolucionarios, pero sin concretar a cuáles se está refiriendo, ni a partir de qué personajes quedan exaltadas. Por otro lado, condena ciertos comentarios y críticas directas a instituciones religiosas, —en concreto el monacato—, y políticas, pero no especifica en qué se cifran tales comentarios o tales críticas.
Se trata, pues, de un informe en el que se echan en falta argumentos, pruebas, un informe que parece confiar en la propia autoridad. Además, se advierte la dedicación de Álvarez Turienzo, quien silencia cualquier referencia al aspecto literario de la novela y alude a ella con los mismos criterios que podría usar con un ensayo.
El franquismo impide que editoriales como Aguilar o Maucci publiquen la obra de Victor Hugo
Otra editorial más, Aguilar S.A. en este caso, saldrá de nuevo con una negativa al respecto de la publicación de la obra de Victor Hugo; en este caso, sin embargo, al ser esa negativa más vehemente de lo habitual, la sensación general será poco o nada optimista en lo que a futuras publicaciones se refiere.
Hasta aproximadamente un año después nadie volvería a acometer semejante empresa. El 3 de abril del 1961 la mallorquina Ediciones Maucci (AGA, 1961) presentaría un pedido de impresión de, exactamente, tres mil ejemplares. El resultado sería la denegación, acompañada del siguiente informe: «Registrada en el INDEX prohibitorum con fecha su decreto de 20 de junio de 1864».
«Esta obra figura en el INDEX. Se habló ultimamente de haberse hecho con ella excepción y haberse permitido […]. Como es cierto que la obra en bruto sigue siendo peligrosa, sobre todo por el énfasis declamatorio que pone en defender actitudes humanas salidas de la revolución o revoluciones y comentarios a instituciones religiosas, políticas…; y por la crítica directa que hace de ciertas de estas últimas instituciones, por ejemplo, la Madrid 4 de abril de 1960 del monacato… parece que, en efecto no haya razón ninguna para abrir la mano con ella». (AGA, 1960, pág. 271).
Los sesenta permitieron criterios no aceptados anteriormente por el franquismo
Ya se ha dicho que Los miserables va a atravesar un punto de inflexión decisivo en su futuro devenir en España. En realidad, si se quiere matizar de verdad, el cambio llegará en el año 1962, de la mano del expediente que presentamos a continuación.
El 18 de septiembre de ese mismo año, a la editorial Vergara (AGA, 1962, pág. 5003) se le permitió imprimir tres mil ejemplares. El informante argumentó en sentido opuesto al de Álvarez Turienzo.
… «La acusada dimensión de Victor Hugo en el mundo de las letras — máxima figura del S XIX francés y uno de los grandes literatos de todos los tiempos —, invita a mirar con indulgencia sus obras, así como a no juzgarlas únicamente por el lado negativo que puedan ofrecer, sobre todo hoy quedan lejanos los ecos y las causas que hubieron de merecer en determinadas circunstancias.
«Los miserables», -considerada como la novela maestra de Victor Hugo- y «Nuestra Señora de París» -muy valorada por los cánticos de su gran belleza descriptiva- son muy conocidas del público medio y vienen siendo leídas por todas las generaciones en ediciones extranjeras o en las españolas anteriores al alzamiento nacional. Incluso “Nuestra Señora de París” ha sido filmada y representada en los cines de España.
En atención a esto, a lo impolítico que puede resultar la prohibición de las obras refutadas como clásicas y universales, y al hecho de que la edición se venderá a 285 pesetas el ejemplar, puede aconsejarse su autorización.
«Los Miserables» fue sacada del INDEX en 1959 y ello facilita su autorización en España. No sabemos si “Nuestra Señora de París” ha corrido o correrá pronto, la misma suerte.
Ignoramos asimismo si el Concordato de España con la Santa Sede obliga al Estado en esta materia concreta. De no ser así, y con tal salvedad, se propone la autorización de ambas novelas de Victor Hugo»…
Su primer argumento se refiere a lo destacado del autor en la literatura universal. Su segundo argumento concuerda con uno de los criterios censores que quedarían especificados, sin embargo, más tarde, en las leyes de censura de 1966, respecto al tratamiento especial que merecían, por parte del franquismo, las obras del pasado, precisamente, por pertenecer a otra época.
El siguiente argumento empleado se sustenta sobre el hecho de considerarse una obra culmen de un escritor universal. El informante no justifica en qué se basa tal opinión, sino que la presenta como mayoritariamente aceptada. Este, igual que el siguiente, se trata de un argumento de «mayorías», y aunque desde el punto de vista lógico resulte falaz, no importa tanto en este sentido como en la insinuación que cabe inferir, y de la que incluso podrían extraerse conclusiones económicas: por seguir impidiendo su publicación en España no va a dejar de ser conocida, también en español, por haber sido traducida y divulgada antes de la guerra civil.
Tal postura, sin embargo, contradice la actitud que se había mantenido en el régimen franquista durante los años anteriores respecto a cuánto podría resultar perjudicial, tanto desde el punto de vista moral y de costumbres como desde el punto de vista intelectual: España suponía un refugio de la inmoralidad que se había abierto paso en el extranjero.
Al mismo tiempo, ser admitida tal argumentación supone una prueba de que, en efecto, en los años sesenta se dio cabida a criterios no aceptados anteriormente por el franquismo.
Una obra solo al alcance de intelectuales
Por último nos deja un nuevo argumento: el de cuidar la imagen de España fuera de ella, la necesidad de reconocimiento externo en aquel momento concreto.
Para terminar con este expediente: casi trescientas pesetas en ese año era un precio alto, el de una edición de lujo, a la que solo podrían tener acceso personas con cierto nivel económico, de modo que solo la leerían los intelectuales realmente interesados y capaces de pagar ese precio por valorar realmente la novela.
Pero, sobre todo, de haber presentado como el primer argumento el de la salida del Index, los otros podrían quizás entenderse como argumentos subsidiarios. Presentarlo en un lugar secundario bien podía haber sido indicativo de que, o para el informante los otros argumentos resultaban más relevantes, o bien de que pensaba que dichos argumentos iban a ser más decisivos para la instancia superior, la que en último término resolvía. Por otro lado, el informante no deja de demostrar una cierta ignorancia en lo que respecta al Concordato con la Iglesia, lo que podría significar que no se trataba de un informante religioso, sino de tipo literario.
La autorización del año 1962 sienta precedente
A partir de este momento se pasará al otro extremo y es que, desde ahora, todas las ediciones de Los miserables alcanzarán a ver la luz en el mercado sin la más mínima oposición.
A modo de resumen dejamos un extracto de uno de los textos de M.L. Abellán, vital para extraer conclusiones del año 1962:
«El número de obras denegadas… alcanzaría, entre 1955 y 1962, un porcentaje de 4,33 por 100 sobre el total de obras de todo género presentadas a consulta obligatoria»
(Abellán M. L., 1982, pág. 5).
Y es que, atendiendo a las palabras de Abellán, el año 1962 no solo fue benévolo para con Victor Hugo, pues solo cuatro de cada cien obras fueron prohibidas.
Desde el 1962 y con la llegada de Manuel Fraga, el panorama español iba a ser, según Abellán, de nuevo, el que sigue:
«Durante este periodo aumentó considerablemente el número de tachaduras (un promedio de 8,7 por 100 del total de obras presentadas sufrió tijeretazos), si bien disminuyeron las denegaciones con relación al periodo de Arias Salgado, pasando a un promedio de 2,7 por 100. Bajo Fraga se empleó muy parcamente el silencio administrativo: solo el 0,7 por 100 de las obras presentadas fue objeto de este tratamiento»
(Abellán M. L., 1982, pág. 5).
El cambio del que hablamos haría su aparición para quedarse en el año 1963, que es el que nos toca desglosar a continuación: primeramente nos encontraremos con un nuevo expediente de la editorial mallorquina Maucci (AGA, 1963, pág. 1700) —22 de marzo de 1963—, de nuevo con una cifra de tres mil ejemplares. Será así como el censor dictamine: «Procede mantener la autorización concedida en el año 1962… a la novela de Victor Hugo, Los miserables».
Resulta en extremo importante agregar que, si a partir de ahora las cosas se vuelven mucho más sencillas, es porque el anterior expediente, al que desde ahora todos los editores harán alusión en sus respectivas fichas, ha sentado precedente.
Los miserables comienza a venderse por un precio más asequible
Ese mismo año iban a llegar otra serie de expedientes, que analizaremos de manera individual. El 6 de junio de 1963 llegará a manos de la cúpula revisora el único pedido realizado por Colección Nereo (AGA, 1963, pág. 3299), consistente en tres mil ejemplares. «Procede mantener la autorización concedida en el año 1962, con el número de expediente 5506 a la obra de Victor Hugo, Los miserables».
Tan solo tres semanas después, el día 27 de ese mismo mes, tocaría tramitar la solicitud de Editorial Tesoro (AGA, 1963, pág. 3747), que iba a buscar el objetivo de imprimir para su posterior importación cinco mil ejemplares por medio de su director, D. Federico Rebollo Villanueva, al precio de 150 pesetas el ejemplar para la colección Jirafa. El veredicto iba a ser: «Procede mantener la autorización concedida en el año 1963, con el número de expediente 1700 a la novela Los miserables».
Es de destacar que se concede pese a que su precio es muy inferior al de la editorial Vergara, lo cual resulta significativo, porque quiere decir que el precio anterior, y por tanto, la posibilidad de llegar a un público mínimo no fue un argumento decisivo para autorizar la obra en el caso de la editorial Vergara.
La obra de Victor Hugo puede contener enseñanzas positivas
Así será como se llegue a 1964. Ese año, el 8 de agosto, el primero en presentar sus credenciales ante el franquismo sería Mateu (AGA, 1964, pág. 4632), quien presentaría la modesta cifra de dos mil ejemplares para su impresión.
En este caso el informe será algo más positivo que el de la simple aceptación:
«La obra cumbre de Victor Hugo de todos conocida, en la que un ex presidiario logra su regeneración convirtiéndose en hombre honrado. El Santo Oficio autorizó una edición completa de la obra con notas aclaratorias. Puede Autorizarse».
En este último caso, a diferencia de otros, podrían matizarse varias cosas: el informante anónimo no solo da su visto bueno a la obra sino que, además, la defiende. Al decir que un ex forzado se regenera y se hace honrado, está admitiendo que las enseñanzas de la obra pueden ser más que positivas para cualquier lector. Por otro lado, al hacer mención a la obra con notas, quizá esté dejando ver entre líneas que hay que interpretarla con cuidado.
Llama la atención que llame «santo oficio» a la sagrada congregación del Índice, a la que incluso el Santo Oficio enviaba sus obras para ser revisadas, pero tal ligereza en los términos empleados indica que probablemente el informante no era un eclesiástico, sino alguien del mundo literario conocedor de la obra.
La obra se reimprime dada su excelente acogida
La siguiente en solicitar una impresión de la obra iba a ser Editorial Lorenzana (AGA, 1964, pág. 4669) —desde este momento muy recurrente en sus solicitudes—. Su pedido, elevado el 8 de agosto del 64, consistirá en una impresión destinada a la importación de tres mil ejemplares. Las cosas parecían ya tan evidentes que, en esta ocasión, va a concederse la autorización a secas, ya sin observaciones de ninguna clase.
«Registrada en el INDEX prohibitorum con fecha su decreto de 20 de junio de 1864»
(AGA, 1961, pág. 1984).
Para cerrar 1964, Lorenzana, por segunda vez, volverá a presentar otra solicitud, aunque, en este caso, para reimprimir cuatro mil ejemplares más, con lo que, elevaba así en mil su anterior pedido apenas dos meses después —17 de octubre— (AGA, 1964, pág. 5947). Esto supone un indicio de la excelente acogida de la obra y de que las ventas hicieron prever a la editorial la necesidad de más ejemplares en breve. Resulta inevitable no fijarse en ese Puede autorizarse de nuevo, que ya está diciendo que lo raro sería no autorizar la edición de la obra del escritor francés.
El año 1965 va a comenzar con la petición que hará Editorial Bruguera el 20 de mayo (AGA, 1965, pág. 3902) —pese a ser la primera vez que entra en juego, al final, tras sucesivas peticiones, terminará por estar entre las editoriales más prolijas para con la obra de Victor Hugo— una solicitud de impresión de cuatro mil ejemplares. Como cosas por destacar, podríamos hablar del hecho de que Bruguera S.A. sea la única que especifique la identidad de su traductora, lo que haría ver que le concedieron una cierta preponderancia a este aspecto. La presente solicitud, autorizada a secas, llama poderosamente la atención por su elevado precio de doscientas cincuenta pesetas el ejemplar.
Este precio es el mismo que el de unos años atrás. Quiere decir, seguramente, que se trataba de una edición lujosa. En las solicitudes solía explicarse qué tipo de papel, de qué grosor y características pensaba emplearse, y lo mismo respecto a la cubierta, al menos, en el caso de las solicitudes de este precio.
Los miserables de Victor Hugo llega a todos los lectores con una edición de bolsillo
El segundo y último pedido del año 1965 va a correr a cargo de Ramón Sopena S.A. (AGA, 1965, pág. 8362) —que, recordamos, no había vuelto a elevar una instancia desde que veinticinco años antes le dieran un silencio administrativo—. Y es que, para cuando la editorial se anima a volver a presentarse las cosas han cambiado. Ese 13 de noviembre de 1965, los diez mil ejemplares, a noventa pesetas cada uno. Siendo el precio más bajo de los presentados hasta el momento, podría indicar que se trataba de una edición de bolsillo y que la editorial pretendía así ganar un mercado de lectores distinto del de las otras editoriales— si recibirían el visto bueno: «La conocida obra de Victor Hugo, Tomos I y II puede mantenerse con la actual autorización».
Resulta digno de resaltar el hecho de que, con el ritmo de solicitudes que se había impuesto, se dé un vacío de expedientes sobre Los miserables durante un único año, 1966, precisamente el año en el que el Papa Pio VI suprimió el Índice.
La opinión del censor queda en un mero formalismo: «Publicable».
1967, tras ese parón que acabamos de comentar, volverá a destacarse por traer de nuevo actividad en el campo que nos ocupa; de nuevo volverá a realizar un pedido Bruguera S.A. (AGA,1967, pág. 2174), en esta ocasión de cuatro mil ejemplares, los cuales se encuadrarían en la colección Joyas Literarias al precio de 275 pesetas el ejemplar. Se ha alcanzado un nuevo nivel y los censores, más que de la autorización, que se da por supuesta, hablan ya de si se han depositado los ejemplares marcados en el artículo 12 de la Ley de Prensa e Imprenta.
El segundo encargo va a salir, otra vez de Ramón Sopena (AGA, 1967, pág. 4458), quien solicitará aprobación para tirar otros diez mil ejemplares un 31 de mayo —la cifra más grande vista hasta el momento y que Ramón Sopena tira, ya, por segunda vez—. La opinión del censor se ha convertido, en lo que respecta a Los miserables, en un mero formalismo, quedándose apenas en «Publicable».
Por último, Edaf. Edición y Distribución (AGA, 1967, pág. 5793) elevará una instancia de solicitud de cinco mil ejemplares al hasta ahora nunca visto precio de cuatrocientas cincuenta pesetas el ejemplar (aquí se constata el hecho de que, durante el franquismo, hubo ediciones populares y ediciones eruditas o de lujo); «En Obras Inmortales de Victor Hugo se recogen Los miserables; El hombre que ríe y El noventa y tres, con un prólogo de César Fernández Ruano. Puede aceptarse el depósito».
Por fin la censura afloja el cerco y Victor Hugo queda así en el lugar que por sus méritos le corresponde. Los documentos, antes censores, ahora son trámites necesarios donde se habla, apenas, de formalidades como qué obras comprende el pedido. Se dice «¡Puede aceptarse el depósito!».
Los años sesenta se están acabando. En 1968 volveremos a encontrarnos con Edaf (AGA, 1968, pág. 6583) y un pedido de cinco mil ejemplares, de nuevo al altísimo precio de cuatrocientas cincuenta pesetas, un 31 de julio. El lector, aquí si firmante, Onofre Gómez Nisa, lo aceptará sin nada más especial que añadir.
Siguiendo los pasos de la ya popular Edaf, el 27 de noviembre aparecerá una editorial nueva en lo que a Los miserables se refiere, Hermanos Gasso (AGA, 1968, pág. 6767) con una solicitud de seis mil ejemplares a trescientas pesetas cada uno. Merece la pena destacar aquí las observaciones de un censor que, por desgracia, va a firmar como Don 28:
Obra consagrada de la literatura universal, el versionista no aporta ni disminuye en nada la epopeya y las aventuras de Jean Valjean, el ambiente del París de las barricadas, la miseria y la desaparición de los candelabros, ni la del amor triunfante de Cosette y Marius. La versión parece bien cuidada en el estilo y sobre todo estimamos que le da una gran agilidad de lectura al hacer separaciones de párrafos de gran profusión y buscar un lenguaje actual y moderno…
Esa actualización del lenguaje indica que no se trata de la traducción decimonónica que se publicó en 1863, sino de una hecha quizás a propósito para la editorial. Por otro lado, el lector, aunque breve, sin ejemplos ni argumentos, dictamina teniendo en cuenta cuestiones literarias.
Se ve al instante que este censor es uno de los llamados expertos: menciona cuestiones de estilo, cuidado en la edición, defiende la obra amparándose en verdades objetivas…
Dejamos aquí la siguiente reflexión, que Eduardo Ruiz Bautista extrae del británico Downing:
«Para el período comprendido entre 1963 y 1968, de 35 títulos, seis (el 17 % del total) fueron denegados o suspendidos, mientras que el 31% de las novelas sufrieron tachaduras o supresiones, es decir, y en números redondos, que solo una de cada dos obras salió indemne de la mesa del censor»
(Ruiz Bautista, 2008, pág. 107).
«La acusada dimensión de Victor Hugo en el mundo de las letras — máxima figura del S XIX francés y uno de los grandes literatos de todos los tiempos —, invita a mirar con indulgencia sus obras (…) “Los miserables”, — considerada como la novela maestra de Victor Hugo — y “Nuestra Señora de París” — muy valorada por los cánticos de su gran belleza descriptiva — son muy conocidas del público medio y vienen siendo leídas por todas las generaciones.“Los Miserables” fue sacada del INDEX en 1959 y ello facilita su autorización en España»
(AGA, 1962, pág. 5003).
Una edición de 6.000 más otra de 10.000 ejemplares
Al año siguiente, 1969, nos encontraremos con Edaf que vuelve a presentar una nueva solicitud (AGA, 1969, pág. 5982). Hacía ya mucho que no se llevaban a cabo pedidos de importación y Edaf, tal vez la editorial que más pedidos realizó al respecto de la novela, se encargará de romper esa sequía con seis mil ejemplares al citado precio de la edición erudita el 4 de junio, a los que José Luis Elio dará el visto bueno, reafirmándose en mantener la autorización que, por cuenta del franquismo, ya fuese concedida en el 68.
A partir de ahora, las ediciones, salvo que digamos lo contrario, se sobreentienden autorizadas.
El 17 de diciembre, la hasta ahora no vista editorial Ediciones Alonso (AGA, 1969, pág. 12652) abrirá el que va a ser su primer expediente: un expediente con una tirada de diez mil ejemplares, que no encontrarán traba alguna por parte del censor correspondiente, quien alegará que puede repetirse la autorización que se concediera hace ya dos años, en el 1967. Sucederá lo mismo con el Tomo II (AGA, 1969, pág. 12648).
- Bibliografía completa Franquistas y Miserables, investigación de Santiago García Lucio.
SERIE LOS MISERABLES DE VICTOR HUGO. FRANQUISMO Y EXPEDIENTES DE CENSURA:
- Los miserables de Victor Hugo. Franquismo y expedientes de censura (I). El decenio de los cuarenta. (Victor Hugo Censura).
- Los miserables de Victor Hugo. Franquismo y expedientes de censura (II). El decenio de los cincuenta. (Los miserables Censura).
- Los miserables de Victor Hugo. Franquismo y expedientes de censura (IV). El decenio de los cincuenta. (Los miserables Franquismo).
- Los miserables de Victor Hugo. Franquismo y expedientes de censura (V). El decenio de los cincuenta. CONCLUSIONES (Expedientes de censura Los miserables).
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