Este libro es la casa de Mi niña imaginada. Una casa de papel es, sin dudas, un lugar mágico, donde caben todas las palabras que existen, para convertirse en historias que pueden ser únicas.
Aquí viven personajes que irán apareciendo mientras las hojas abren sus brazos. Entonces podremos elegir los colores que soñamos para “Ana la campana”, “Estela» o «El vendedor de asombros”. Ellos, y los que transitan por esta casa de papel, han nacido por y para el disfrute de todos los niños.
“Cuando somos niños todos somos poetas, después el mundo se encarga de achicarnos el alma”, afirmaba Galeano en una entrevista. Y tiene razón. Crecer, por algún extraño motivo, se transforma en una sentencia.
En un pasaje obligado hacia la incredulidad. En un viaje que, sin piedad, nos obliga a tirar toda nuestra inocencia por la ventana, con la única y noble intención de “hacernos madurar”.
No son muchas las personas que se animan a confesar el espanto que se esconde detrás de toda esa mentira, pero Liuba María (escritora, compositora, cantante, intérprete y realizadora cubana) es una de ellas.
- La resistencia de Liuba María Hevia.
- Mi niña imaginada, un libro para soñar.
- El compromiso con la infancia de Liuba.
- Un regalo en forma de canción.
La resistencia de Liuba María Hevia
Y entonces se resiste. Y esa resistencia que sale de su alma se transforma en arte; y su arte, en su espejo. En su verdad. En la razón y el reflejo que están “tatuados” -y no impresos- en cada una de las hojas de “Mi niña imaginada” (Ediciones Huso, 2022), este libro de cuentos infantiles transformados en canciones, que es, entre otras cosas, un acto de justicia. Un pacto con aquella niñez que muchos no nos dejamos robar.
Un premio. Un pedacito de cielo que Liuba nos regala en nombre de Ada Elba Pérez (otra gran artista, y autora de una parte importante del contenido de esta obra), para que su memoria haga huella y se deje traslucir en los colores, las melodías y las ilustraciones que Huso decidió inmortalizar en cada una de sus páginas.
Mi niña imaginada, un libro para soñar
Un libro mágico. Dueño de una calidad y calidez pocas veces vista. Una obra llena de nostalgia, de presente, de lealtad. De canciones, de vida, de juegos, y de desafíos que se esconden detrás de la maravillosa portada (realizada por la artista Lidia Morales Morales), que hace a la vez de llave. O de puerta, invitándonos a pasar.
A vivir una experiencia única (interactiva y artesanal), que cuenta también con un código QR para que los lectores puedan ingresar a través de su móvil, transformándose, de esa manera, en los protagonistas y testigos de cada una de estas historias.
Lunas, estrellas, y cangrejos soñadores. Vendedores de asombros, hadas y campanas que no quieren dormir… La pluma y el talento de Liuba que nos acuna y nos acaricia ejerciendo la fuerza justa. Palabra a palabra. Canción por canción.
“Gracias a Mi niña imaginada, por el privilegio de habitar su reino de papel, por permitirme estar siempre a salvo, por no correr el riesgo de convertirme en una persona mayor”, escribió Liuba al comienzo de este libro… Pienso en ella y recuerdo las palabras de Galeano. Estoy convencida de que esta reseña no puede comenzar ni terminar mejor.
El compromiso con la infancia de Liuba
Es obligado detenerse en el trabajo que esta infatigable creadora ha realizado con los niños desde hace varias décadas y que le ha valido uno de los mayores reconocimientos que en este ámbito se concede en el mundo, el de embajadora de buena voluntad de Unicef.
Durante varias décadas, y dentro de su incuestionable vocación por el trabajo social, Liuba ha dedicado de forma desinteresada una parte de su tiempo a llevar su arte a los niños, no solo en los grandes teatros con funciones dedicadas a ellos, sino igualmente en barrios y hospitales del país.
Esta labor ha sido también muy amplia discográficamente. El disco Travesía mágica, con diez ediciones —el más editado en su género en Cuba—, es seguramente su producción musical para niños más importante. Como bien dice la autora, un disco infinito en el que siempre será posible incluir nuevas obras de su creación y mantener vivas las de Ada Elba Pérez.
Pero, además, Liuba ha recuperado para su país, en antologías creadas con ese fin como la de grandes maestros de la música infantil iberoamericana, inspiradores incuestionables de su trabajo, como son la argentina María Elena Walsh o el mexicano Francisco Gabilondo Soler.
Un regalo en forma de canción
Celebro este goce y para ello quiero regalarles una canción, “Luna del 64”, aunque no es precisamente infantil, pero en ella les cuento un poco de aquella niña que fui, la misma que asistió a las más increíbles aventuras, la que quería volar, la más rezagada en las matemáticas.
Esta canción resume la felicidad primera, esa que hoy se multiplica ante el privilegio de cantar para todos los niños menores de 150 años.
Liuba María Hevia
Mientras mi madre preñada
Diciembre estaba esperando
Se oyó una voz en el cielo
Era la luna cantando
Mi madre alzando los ojos
Hizo un pacto de ternura
Por eso nací cantando
Y con la cara de luna
Luna del 64
Nave que me trajo aquí
Redondo espejito blanco
Música dentro de mí
Luna del 64
Nana de un vientre febril
Luna sobre los charcos
En los mares y en el asfalto
Música dentro de mí
Cuando a la escuela llegaban
Los números y la ciencia
Mi corazón siempre estaba
En la luna de Valencia
Balón de nácar triunfante
Que bautizó mi placenta
Tu gol gentil me ha colado
En el club de los cincuenta
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Periodista y escritora. Ha trabajado en los principales medios argentinos de radio y televisión.