Dominado el mundo por la retórica del positivismo y el culto a la autoayuda, ajeno a la realidad de la existencia que puede ser muy cruda, Los Comulgantes (1963) de Ingmar Bergman se presenta con una marcada contraposición a la superficialidad del pensamiento mágico. Contemplada desde la distancia de seis décadas posteriores, el film indaga en la cavernosa complejidad de la condición humana, ahonda en las dimensiones profundas de la vida, rehúye de respuestas simplistas, y se introduce en laberintos oscuros donde cualquier humano puede perderse. La fe, la culpa, el egoísmo, la hipocresía, el vacío existencial, en el contexto rural de la Suecia del siglo XX, están representados en esta magnífica producción.
- El poder expresivo de Bergman.
- Bergman, figura intelectual clave de posguerra.
- Análisis de Los comulgantes de Ingmar Bergman.
- La obra de Ingmar Bergman como reflejo de su vida personal.
El poder expresivo de Bergman
La puesta en escena propuesta por Bergman alimenta el concepto de la película. El director hace gala de un gran dominio de los elementos visuales, los gestos y la composición de cuadro para generar una atmósfera que vincula la esencia del relato. Una iglesia austera, casi vacía en sus servicios religiosos; un altar de cara al Jesús colgado en la pared; el reclinatorio de comunión en círculo alrededor de la figura del religioso; bancos de madera cerrados por una puerta donde los fieles se sientan, aumentando aun más la sensación de soledad y aislamiento. Unos pocos comulgantes a los pies del pastor, con su rostro que los mira desde arriba de forma desdeñosa, nos anunciaba a un personaje arrogante. Entre esos fieles, una anciana, la viuda Magdalena Ledford (interpretada por Elsa Ebbesen), parecía ser la única que estaba en el lugar correcto, su religiosidad mostraba autenticidad, muy lejos del resto, ensimismado en su conflicto humano.
El guión, por su parte, bucea en las complejidades espirituales, y pone en jaque las columnas que sostienen a la fe. En esta cinta, el director nos revela sus propios conflictos, aunque, en una entrevista de 1964 con Cynthia Grenier para Playboy, Bergman manifestó que el film «no tiene que ver -como muchos críticos han teorizado- con Dios, sino con la fuerza salvadora del amor. La mayoría de las personas en estas películas (…) no saben cómo amar». Esta aseveración no se limita solo a Los Comulgantes, sino a la famosa trilogía de películas a la que me referiré más adelante.
Bergman, figura intelectual clave de posguerra
Las grandes obras de Bergman se distinguen por un marcado tinte filosófico y espiritual, sus personajes lejos de ser simplistas, tienen dolores, complejos; personas con un conflicto interno. Dirigió más de 40 películas y 100 obras de teatro, abarcando varios géneros. Su mirada punzante sobre la pareja, el sexo, la muerte y la religión lo convirtieron en una figura clave en la cinematografía europea de posguerra. Bergman era conocido por tener una forma de trabajo intensa y exigente con sus actores. Era un director poco complaciente, empujaba a sus actores al límite para lograr interpretaciones cargadas de profundidad emocional. Esta reputación lo convirtió en una figura mítica.
Y vamos ahora con la famosa trilogía que les había anunciado anteriormente. Con mucho atino, Peter Cowie en su ensayo sobre el cineasta, señala que los films Como en un espejo (1961), Los comulgantes (1962) y El silencio (1963), le permitieron a Bergman ajustar cuentas con su formación religiosa, dejando atrás la preocupación sobre qué lugar ocupaba el hombre en el universo, y comenzando a considerar una condición más terrenal, el papel que cumple el artista en la sociedad. Así, se convirtió en una voz intelectual de su tiempo, convencido de la mutación evolutiva humana y la apatía. Parecía explorar en sus películas, las crisis profundas a nivel existencial y emocional en el contexto de la sociedad moderna. En 1966, con Persona, Ingmar Berman conectó con Liv Ullmann, marcada por Jung y el psicoanálisis. Tejió dramas de crudeza y violencia como La hora del lobo (1968) o Gritos y susurros (1972), obra maestra sobre una mujer moribunda, contrastando con, la opinión de algunos críticos, el fracaso de La Carcoma (1971).
Análisis de Los comulgantes de Ingmar Bergman
Los comulgantes es una obra existencialista. La película está ambientada en una pequeña iglesia rural que muestra con crudeza las turbulencias internas que aquejan a los personajes. En el centro de la narración, se encuentra el pastor Tomas, soberbiamente interpretado por Gunnar Björnstrand. Tomas atraviesa una crisis de fe que lo lleva a cuestionar su vocación y su relación con Dios. El Creador ya no le habla, o bien, el pastor no lo puede oír. Mientras ofrece la ceremonia religiosa, lo confrontan sus propias dudas y angustias por este silencio. Sus feligreses luchan con las propias, y ni siquiera logran obtener una palabra reconfortante de parte del pastor, que no sabe qué decir ante el dolor ajeno, salvo exteriorizar sus perturbaciones. El pastor se ha quedado sin diálogo con Dios, y su ego es el único que se expresa. “Dios lo ha abandonado”, o tal vez, él nunca lo haya aceptado.
La dualidad fe y desesperanza del pastor Tomas
La película es incisiva, Bergman parece lograr ese efecto que el crítico Roland Barthes denominó como «punctum» en cada uno de los personajes principales. En el caso del pastor, es ese sentimiento de abandono y desesperanza el que destaca, contrastando con la imagen que se espera de un hombre de fe. Luego, tenemos a la maestra rural, Märta Lundberg, la novia del pastor (interpretada por Ingrid Thulin), quien pasa de ser una mujer con una infancia alegre, aunque atea, pero que luego de su relación con el religioso, se convierte en una mujer despreciada por este, a punto tal, que en un pasaje Tomas le dice crudamente, que necesita liberarse de “este marasmo de imbecilidades”. Märta tiene unas llagas en sus manos y sus pies, que el pastor, por el asco que le provoca, ni siquiera puede orar por su curación, una imagen cargada de un profundo simbolismo religioso.
Durante el film, el pastor Tomas es aquejado por una gripe persistente que podemos interpretar como un signo que representa su debilidad e ineptitud para ejercer su rol de líder espiritual, refleja su incapacidad de brindar guía y consuelo a su congregación. Asimismo, la enfermedad simboliza sus propias dudas y sufrimiento interior respecto a su fe, un malestar del alma que corroe su convicción religiosa. La dolencia del pastor expone el desajuste entre su rol público de autoridad religiosa y su experiencia íntima de agotamiento y sufrimiento, arrastrados desde la muerte de su esposa, hecho del que nunca pudo recuperarse.
La relevancia contemporánea de Jonas Persson: desesperación y vulnerabilidad
Otro personaje fuerte en la trama, es el pescador Jonas Persson (interpretado por el genial Max von Sydow), sumido en una depresión con la que el pastor no pudo empatizar. Su suicidio es reflejo de la desesperación ante los nuevos problemas sociales de aquel entonces. Hoy, puede haber perdido la fuerza que tenía en los años ‘60, el contexto mundial de la Guerra Fría y la constante amenaza nuclear. Sin embargo, podemos lograr un paralelismo en nuestros días. La figura del pescador se puede resignificar con una nueva relevancia tras el caos de la pandemia del COVID-19. El sufrimiento que encarna el personaje sigue estando vigente, aunque por distinta causa. La pandemia ha generado una sensación de vulnerabilidad y fragilidad en los hombres, la misma que presentaba el pescador.
La obra de Ingmar Bergman como reflejo de su vida personal
De cierta forma, Bergman nos muestra su dolorosa vida personal. Pese a su éxito como cineasta, reconocía abiertamente sus «fracasos humanos» y la soledad que lo embargaba luego de atravesar varios matrimonios fallidos, contraste fuerte con su imagen pública de director consagrado. Sus palabras «me esfuerzo en ser el artista perfecto», revelaba el antagonismo entre su tumultuosa vida personal y su búsqueda creativa. El arte era una vía de escape y redención frente a los reveses emocionales y las relaciones fracasadas. Las introspectivas representaciones de los personajes en su filme Los Comulgantes reflejan vívidamente la soledad y el conflicto espiritual que lo aquejaban, incluso como un director consagrado.
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Redactora, periodista y abogada. Amante del cine y la literatura, y apasionada de la cultura japonesa. Trabajo compartiendo mis perspectivas e impresiones sobre las obras que disfruto.