La hospitalidad y los valores de algunas culturas del planeta
En la antigua Grecia, los extranjeros eran vistos como enviados de los dioses, y entre los beduinos del desierto, se convertían en los protegidos del clan. En aquellos tiempos pasados, cuando aún no existían leyes que protegieran a los viajeros, la hospitalidad como ley no escrita o deber sagrado era fundamental para refugiarse con seguridad en una casa, ciudad o en lugares de climas duros o de naturaleza hostil como desiertos, estepas y altas montañas. Esto hizo posible el comercio a larga distancia, así como los emprendimientos de grandes viajeros como Marco Polo, en sus viajes por Europa, Asia y África, que se hubieran visto obstaculizados sin esta tradición ancestral.
Hoy, los prejuicios nacionales y raciales contra los llamados “inmigrantes” son una realidad. El mundo se encuentra lidiando con situaciones muy difíciles de justificar sin que sintamos, de alguna manera, que algo necesita ser rescatado de la conciencia de las personas: la práctica de los valores de la Hospitalidad. El renacimiento de este principio volverá a ser demandado por las generaciones futuras. La Hospitalidad será un tema muy pertinente de estudio y comprensión en el mediano y corto plazo. Empecemos…
- Desde siempre: la hospitalidad en los yanomami.
- La hospitalidad árabe en la poesía preislámica: un código de honor entre los beduinos.
- La hospitalidad en la literatura y mitología griega.
- La ley no escrita de los dioses griegos y su influencia en la tragedia de Edipo.
- La ley de la hospitalidad en la Ilíada: los casos de Odiseo, París y Helena.
- Anfitriones e invitados: el equilibrio y la reconciliación en las historias antiguas.
- Cómo la hospitalidad nos hace humanos: reflexiones finales.
Desde siempre: la hospitalidad en los yanomami
¿Quién no se ha quejado de su propia familia? Sin embargo, cuando nos vemos lejos, cuando nos vemos como invitados, contamos con el dios que guía a los extraños, a los extranjeros (xenos), cerca de su favor y simpatía. También lejos de las trampas y, si es posible, del lazo del destino. ¿Qué palabras definirían la Hospitalidad?
Una costumbre que, desde la época de Homero, se consideraba sagrada, philoxenia, palabra compuesta por la unión de philos – «amigo» y xenos – «extranjero», hace referencia al cuidado, la amistad hacia el extraño que se cruza en nuestro camino y que, acaso, llama a nuestra puerta buscando cobijo o descanso.
Por lo tanto, tenemos el principio de la acogida voluntaria y desinteresada, hacia aquellos que nos son desconocidos o hacia aquellos que son diferentes a nosotros… Palabras importantes como: sagrado, huésped, anfitrión, amistad, acogedor, viajero, honor, deber, extranjero, refugio, seguridad o solidaridad. Se impregnan, flotan en torno a un sentimiento de reciprocidad y simetría que debería convenir a todos aquellos que necesitan una señal de aceptación, independientemente de quienes sean o de donde vengan…
“Hace mucho tiempo, viniste a vivir entre nosotros y hablaste como un fantasma. Poco a poco, aprendiste a imitar mi lenguaje y a reírte con nosotros. Éramos jóvenes, y al principio no me conocías. Nuestros pensamientos y nuestras vidas son diferentes, porque tú eres hijo de estas otras personas, a quienes llamamos napë. Sus maestros no le habían enseñado a soñar, como hacemos nosotros. A pesar de esto, viniste a mí y te convertiste en mi amigo. Te quedaste a mi lado y, más tarde, quise saber los dichos de los xapiri, que en tu lengua llamas espíritus. Así que te di mis palabras y te pedí que las llevaras lejos, para que las conozcan los blancos, que no saben nada de nosotros. Nos sentamos y hablamos durante mucho tiempo en mi casa, a pesar de las picaduras de tábanos y piuns. Pocos son los blancos que escucharon así nuestro discurso. Entonces, les di mi historia, para que puedan responder a aquellos que se preguntan qué piensan los habitantes del bosque”
(Kopenawa; Albert, 2015, p. 63 – énfasis mío). La caída del cielo: palabas de un chamán yanomami.
El testimonio de un chamán yanomami que nos invita a entrar en su mundo
El pueblo yanomami tiene aproximadamente 35.000 indígenas, que viven en alrededor de 200 a 250 aldeas en la selva amazónica, en la frontera entre Brasil y Venezuela. El Ministerio de los Pueblos Indígenas informa que la población del lado brasileño es de 27.000 indígenas, según datos preliminares del Censo de 2023. Su convivencia con los blancos sólo se da entre las décadas de 1940 y 1960, cuando en las afueras de sus tierras se instalan misiones religiosas y puestos del Servicio de Protección al Indio.
Kopenawa nació en la década de 1950. Sus antepasados han perdurado en la aldea durante al menos 10.000 años. Y el sentido de convivencia y acogida sigue presente, como podemos ver en las palabras testimoniales de Davi Kopenawa Yanomani, chamán y líder de su pueblo en Brasil.
La bienvenida a nuestra casa, a nuestro hogar, al corazón de la propia vida, no es algo sencillo de practicar. Más aún si el otro es alguien completamente diferente e incluso visto como un depredador de nuestra etnia. Sin embargo, entregar nuestra palabra, es decir, nuestra imaginación, las contraseñas de nuestro entendimiento más íntimo y significativo, para que el otro entre en nuestro mundo, y también sea parte de él, es algo que pocos están dispuestos a practicar. Esta costumbre es tan antigua como la humanidad: la Hospitalidad.
La caída del cielo nos muestra, en un testimonio sincero y conmovedor de un legítimo representante de los ancestros de un pueblo originario, en un país tan grande y diverso como Brasil, una voluntad de derribar barreras y fronteras entre pueblos diferentes. Muestra que una vez fuimos acogidos y que la acogida trajo nuevas formas de entender la vida, la humanidad y el mundo.
La hospitalidad, medio para superar el miedo al otro y aprender de su sabiduría
La hospitalidad enseña y exige que no tengamos miedo al extraño, al extranjero. Que tengamos disponibilidad para recibir a los que llegan, sean de donde sean, como un regalo, porque traen consigo sueños, experiencias, idiomas y paisajes para intercambiar. La pregunta que queda es: ¿Le darías la bienvenida a alguien con esa apariencia en tu casa? ¿Qué tan fundamental es la apariencia para la aceptación del otro y por qué?
Siempre han estado ahí… con la sabiduría construida desde tiempos inmemoriales, cuyo origen ya no es visible, pero que atraviesa a todos los pueblos del mundo. Los que existieron, los que existen y los que existirán… porque algo así no se pierde. Desde siempre…
La hospitalidad árabe en la poesía preislámica: un código de honor entre los beduinos del desierto
La poesía preislámica describe la virtud de la generosidad que se encuentra entre los pueblos beduinos en su práctica de la hospitalidad (dayãfa) hacia los viajeros del desierto.
“Entre los beduinos, a quienes primero debemos informar para comprender la naturaleza profunda de la hospitalidad árabe, estas relaciones, basadas en el código de honor del desierto, dan al huésped, que viene bajo la protección del anfitrión, derechos exorbitantes. De un simple acto de liberalidad que consiste en acoger a un extranjero durante más tiempo, la hospitalidad se convierte en una auténtica institución, que confiere privilegios casi sagrados al extranjero acogido”
O Correio da Unesco. Ed. Brasileira. Ano I – jan.1973, p. 11.
La acogida como necesidad y virtud entre los nómadas del desierto
En aquellas regiones donde viven los beduinos, de forma nómada, fue necesario instituir la ley de la hospitalidad, bajo el riesgo de tener que vivir bajo la ley del más fuerte y de la anarquía. La primera regla de la hospitalidad árabe es ser gratuita, aunque se prolongue durante varios días.
Los poetas del desierto siempre han elogiado a los anfitriones que saben recibir a los huéspedes, haciendo todo lo posible para que se sientan cómodos durante su estancia. La hospitalidad se demuestra, ante todo, con un buen fuego, que el anfitrión mantiene encendido toda la noche. Las llamas deben ser fuertes, altas y visibles desde lejos, como indicando un refugio seguro y amistoso para el viajero del desierto.
El anfitrión debe mostrarle al extranjero una sonrisa sincera y deseos de bienvenida. No se debe preguntar el nombre de la persona que llega, ni el motivo de su viaje, sino preguntar si se siente bien con la acogida, así como ofrecer lo que tiene, en cuanto a alimentos, aunque sea a costa de privaciones personales, como una regla de oro de la hospitalidad.
El huésped árabe: emir, prisionero y poeta
El que recibe hospitalidad es a la vez emir, prisionero del anfitrión -pues debe seguir sus instrucciones- y poeta, como dicen los beduinos. El sentido de realización, después de alimentar y albergar al extranjero, el cual no pertenece al mismo lugar, a la misma morada, a la misma lengua a veces, da paso al consentimiento de “hacer como si la casa fuera tuya”.
Rechazar la comida ofrecida por el anfitrión, sin embargo, constituye una grave señal de hostilidad por parte del huésped, quien también debe ser amable y receptivo, respetando a las mujeres locales, agradeciendo el trato especial, como sólo un viajero del desierto podría recibir. Verdaderamente un código de honor, digno de los caballeros que se encuentran en lugares y tipos de vida tan inhóspitos como el desierto puede ofrecer a quienes hacen de él su hogar.
La hospitalidad como forma de reducir la dureza y precariedad de la existencia en este lugar remoto y traicionero, con dunas serpenteantes y tormentas de arena. Otro ejemplo más de la ancestralidad de este mandamiento, tan importante para la supervivencia de los pueblos, que indica una sabiduría que se difundió entre las civilizaciones, que lo adaptaron a sus condiciones de vida y cultura. Hay vida en el desierto. Hay amabilidad. Hay refinamiento. El desierto es para caballeros…
La hospitalidad en la literatura y mitología griega
Huésped, ese extranjero
La cultura helénica, con sus mitos, al igual que la cultura árabe, siempre ha valorado el ritual de recibir, alimentar y dar un lugar de descanso al visitante inesperado. Porque nunca se sabe si es un dios quien llama a la puerta (para probar el honor de ese principio, el de la hospitalidad, que es el suyo). Disfrazado de excursionista, un personaje de una tierra extraña, de costumbres desconocidas o con un aspecto muy diferente al que estamos acostumbrados.
La ley no escrita de los dioses griegos y su influencia en la tragedia de Edipo
En la antigua Grecia, la hospitalidad formaba parte de las leyes no escritas, emanadas de los dioses, y que debía practicar cualquier griego, en cualquier polis. No respetar o seguir estas leyes equivaldría a una retirada de la civilización, un descenso a la barbarie.
El origen de la ley es divino, y formaba parte del conjunto habitual de reglas, que configuraban el ethos mismo de un pueblo, en su conexión con los dioses y sus principios. Las tragedias trataban este tema para demostrar la importancia fundamental del respeto por el otro, por aquel que finalmente pide un refugio crucial, como en la tragedia de Edipo en Colono. Tragedia que tuvo su origen en el incumplimiento de la hospitalidad por parte de Layo, padre de Edipo, cuando rapta al hijo de su anfitrión, acarreando una maldición sobre él y su descendencia.
Una historia que, tras enormes percances y tristezas, acaba en un bosque de Colono, con Antígona, la última hija de Edipo, pidiendo asilo al rey Teseo, quien le acoge y protege de la repatriación deseada por Creonte, rey de Tebas. La súplica de Edipo, así contestada, lleva de nuevo el vector a su punto de equilibrio. Rescatado por las bendiciones que trajo Edipo a la tierra que lo acogió.
La ley de la hospitalidad en la Ilíada: los casos de Odiseo, París y Helena
París también faltó al respeto a esta sagrada ley de la hospitalidad al secuestrar a Helena, esposa de su anfitrión, Menelao, generando un conflicto de enormes proporciones por las pérdidas que generó, como se destaca en esta cita:
“¡Dame, padre Zeus, que pueda infligir castigo a Alejandro, a causa de mi deshonra! Que bajo mis golpes sucumba, para que sirva de ejemplo a los venideros, que horror manifiestan para devolver con vileza la lhana y la acomodación amiga.
HOMERO. Ilíada.
Odiseo también ruega en varios momentos, a diferentes “anfitriones” por refugio seguro, comida y descanso, no siempre teniendo la suerte de ser respondido. Finalmente, a su regreso a Ítaca -su reino, su hogar-, en forma de mendigo, fue recibido por aquellos que tenían ojos para ver detrás de su disfraz, proporcionado por la diosa Atenea, su protectora de ojos chispeantes.
El reconocimiento del extraño como un igual, dio la oportunidad a su familia de volver al equilibrio perdido por tanto tiempo, – en la medida en que los invitados de Penélope ultrajaron el principio de hospitalidad, al igual que la anfitriona – y recuperar el reino. en su totalidad.
Zeus es el que protege tanto a los suplicantes como a los que honran la hospitalidad, el respeto al otro, al diferente, al extranjero, al que no pertenece a mi historia, a mi lengua, a mi patria.
Anfitriones e invitados: el equilibrio y la reconciliación en las historias antiguas
Así, a causa de los enormes sufrimientos que los humanos nos hemos infligido unos a otros desde siempre, formamos la comunidad de los que sufren, y que por tanto deben darse cuenta de que una fuerza mayor nos regula y nos guía – no sin mandar también efectos devastadores sobre nuestros hombros – por el cuidado de preservar el equilibrio en nuestras actitudes.
Restante para los que están atentos a los dictados divinos – que buscan ablandar, de alguna manera, la falta de equilibrio entre los humanos – acogiendo a los que sufren, a los que mendigan, a los que perdieron el mapa en medio del camino.
Anfitriones e invitados nos pertenecemos unos a otros en esta vida. Los ejemplos están ahí, en las historias antiguas, para servirnos de faro, de guía a lo largo de este camino que a veces es un oasis, a veces un desierto abrasador. ¿Cómo escalar esta vertiginosa montaña sin el debido respeto en forma de súplica de buenos vientos, que sólo los dioses pueden traer?
Las fuerzas de la naturaleza viven en equilibrio y rezan para que nosotros también tengamos la sabiduría de no desviarnos demasiado de su eje. Para que haya la debida reconciliación en el transcurso del viaje.
La simpatía que genera la hospitalidad tiene en cuenta, por tanto, que los más diversos destinos pueden encontrarse, acoger y reconciliarse a través de una mirada amable, de aceptación de lo diferente, pues él también es alguien que sufre, que camina por caminos que no conoce y al mismo tiempo a merced de los peligros y lo desconocido.
Con esto, la hospitalidad es una práctica y un valor que no se puede ignorar a riesgo de dejar de ser humanos y caer en el estado de seres sin objeto y sin forma. Embrutecidos por la ceguera inversa a la de Edipo, pues ciegos de ojos abiertos ante la inmensidad de la diversidad que nos rodea y que forma un Cosmos acogedor sobre nuestras cabezas y bajo nuestros pies, en ese viaje desconocido que es nuestra existencia. Que ella no sea solitaria…
Cómo la hospitalidad nos hace humanos: reflexiones finales
Llegamos al final de este breve estudio entendiendo que el concepto de hospitalidad es más amplio de lo que podríamos suponer al principio. Se puede ver en todas las experiencias y creaciones humanas, desde compartir una taza de té en el desierto, acoger a quienes nos son extraños, la conversación amistosa en una vivienda indígena en el bosque, y en todos los espacios donde convivimos y disfrutamos de nuestra humanidad.
Sin la hospitalidad como deber, ese de minimizar el sufrimiento, la hostilidad, la exclusión, la desconfianza, el distanciamiento y la frialdad en las relaciones, resultaríamos una especie sin origen y sin futuro.
La hospitalidad es un tema que todos debemos reflejar. Ojalá la vida nos pueda recibir con los brazos abiertos.
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Nacida y ciudadana de São Paulo, Brasil. Escritora de prosa poética y ensayos sobre literatura y cultura. «Me gusta coleccionar imágenes hermosas porque me transportan a su mundo simbólico, inspirándome en mi escritura».