Capilla de los Scrovegni. obra de Giotto. Padua
Capilla de los Scrovegni

Giotto y John Ruskin: las obras de Padua

La fascinación por Giotto y Ruskin: un contraste entre el naturalismo gótico y el dramatismo barroco

Giotto y sus obras de Padua, de John Ruskin. Editado por Athenaica (2023). Cultugrafía, difusión y crítica cultural. Literatura y arte.

Cómo explicar esto: un libro sobre Giotto escrito por un John Ruskin pasado de moda acaba de reaparecer en las librerías. ¿Qué interés tiene recuperar esta visita guiada a la Capilla de la Arena, en Padua, 150 años después de que Ruskin encontrara en ella la promesa de un arte otro perdido en el Renacimiento?

Ni la obra de Giotto ni la de John Ruskin tienen el rigor ni la espectacularidad ni, aparentemente, la osadía que explican esta clase de recuperaciones. A través de internet o las redes sociales nuestra relación con las imágenes se asemeja más a la del barroco que a aquella veneración de las piedras góticas y del modesto naturalismo de los artistas primitivos que practicó un friki del bien y de la verdad como era Ruskin. Y aun así, y sin haber visto nunca un fresco de Giotto en vivo, me basta una mirada a este librillo, editado por Athenaica con el mimo de un regalo y prologado por Andreu Jaume, para sentirme atraído por una sensibilidad tan ajena a nuestro día a día. Me doy cuenta enseguida ante la Huida a Egipto de la portada de que se trata de la misma sensibilidad que desde niño me ha impresionado en ‘La anunciación’ de Fra Angelico y que, sin entender el motivo, en mis visitas a los museos me ha mantenido siempre más cercano al Renacimiento temprano que al Barroco; pero solo ahora, tras leer los intentos de Ruskin por acercar a Giotto a sus contemporáneos, entiendo mejor la fascinación que pueden ejercer las perspectivas primitivas del gótico italiano sobre la geometría posterior.

Es raro encontrar una escena de Giotto que Ruskin no reivindique por contraste con su tratamiento en la tradición posterior. Así, cuando impugna a propósito de la Masacre de los inocentes “el espantoso análisis de la agonía y el detalle en la desesperación con que se han regodeado los artistas de tiempos más decadentes”, parece estar rechazando el dramatismo inherente a gran parte del arte Barroco. Ruskin se adelantó casi un siglo a los debates sobre la representación del Holocausto al considerar que un tema semejante nunca debió ser objeto de la pintura y, aunque la considere fallida, alaba de la pintura que sea “una sombra de la gran mascare y no una materialización de su transcurso visible”.

La Capilla de los Scrovegni o de la Arena. Cultugrafía, arte, literatura. Difusión y crítica cultural.
La Capilla de los Scrovegni o de la Arena.

La moralidad en el arte: abandonando la rigidez y el espectáculo

La osadía de Giotto -de la interpretación de Ruskin de Giotto-, que la hay y no ha perdido nada de fuerza en nuestros días, es de una naturaleza estrictamente moral y consiste en la renuncia tanto de la rigidez de los tipos bizantinos como del espectáculo que caracterizará épocas posteriores. Giotto se limitaría a realizar la “plasmación más verdadera del hecho probable”:

“De todas las virtudes que comúnmente se encuentran en los más altos órdenes de la mente humana” dirá Ruskin, “la de un respeto severo y justo por la verdad parece ser la más rara; de manera que en tanto que la abnegación, el coraje, la caridad o el fervor religioso se muestran en su máxima expresión en miríadas de santos y héroes, solo una vez cada siglo aparece un hombre en cuya palabra se puede confiar de forma incondicional y que, en la relación de un hecho sencillo, no dejará que ni sus prejuicios ni su deseo lo hagan caer en la tentación de teñirlo distorsionarlo”.

Nada de esto tiene que ver con el realismo mimético, sino con la confianza de la imaginación en la verdad posible de lo que se representa. En un hermoso pasaje de La natividad, Ruskin pone en valor los hoy inverosímiles -y hasta ridículos- ángeles de Giotto porque en sus tiempos un ángel “era una criatura completa tan creíble como un pájaro” –ave de Dios los llamaba Dante-, “tan mal sustituidos por los escorzos, los miembros desnudos y las posiciones fantásticas de los querubines de épocas posteriores”. En otro, sobre La resurrección de Lázaro, dirá: “los artistas posteriores se detienen en detalles vulgares de asombro y horror tal como concebían que sería asistir a la resurrección de un cadáver; pero en Giottto la reanimación física es de tipo espiritual y, aunque se muestra como algo milagroso, sigue siendo en todos sus aspectos más profundos impasible y sereno en su horror”. Igualmente, al hablar reseñar El beso de Judas, Ruskin quedará impresionado ante todo por el retrato del traidor, visto como un pobre diablo, un idiota incapaz de comprender aquello que traiciona, y no como la encarnación del mal con que se le mitificará después.

La natividad de Giotto. Cultugrafía, difusión y crítica cultural.
La natividad.

La humanización de lo sagrado: La pintura como puente entre lo divino y lo terrenal

Los temas de Giotto pueden pertenecer a la historia sagrada pero todo se representa a escala humana. En su pintura el aparataje simbólico se acopla a su valor denotativo con la misma sencillez y honestidad con que los franciscanos invitaban a sus fieles a que se representaran mentalmente las historias sagradas en su fuero individual. Y esta noción de fuero, que hace de la imaginación individual el lugar de la relación con lo sagrado devaluando así la importancia de la Iglesia, sí es verdaderamente osada. Así lo dice el finísimo comentario de André Malraux hablando de los inolvidables azules cobalto de la Arena con el que Andreu Jaume cierra su introducción al libro:

“Giotto no copia el cielo de los hombres sino que lo convierte por primera vez en el cielo de Cristo. Descubre un poder de la pintura desconocido del arte cristiano: el poder de situar sin sacrilegio una escena sagrada en un mundo que se parece al de los hombres. No se somete a la correlación de los elementos de la apariencia sino que los emplea libremente para expresar el drama cristiano dentro de la Creación, para la Creación. Ese descubrimiento no se inserta en una historia de la imitación de la naturaleza, entre una ‘rigidez bizantina’ y un ‘claroscuro de Massaccio’, sino que se inserta en la historia de la expresión cristiana, para la que constituye un cambio sin retorno: por primera vez, las escenas sagradas se refieren tanto a la tierra de las criaturas como al mundo de Dios.”

El beso de Judas, de las obras de Padua de Giotto. Artículo de crítica artística y cultural. Cultugrafía. Divulgación de la cultura y las humanidades.
El beso de Judas.

La Pintura de Giotto: Entre la Religiosidad y la Sensibilidad Laica

Es un descubrimiento que se perdió muy pronto. En las imágenes barrocas de la Contrarreforma en que parece estar pensando Ruskin (en La matanza de los inocentes de Guido Reni, por ejemplo, a quien Ruskin incluyó por su exceso sentimental en la “la escuela de los errores y los vicios”) es reemplazado por una violencia, un dramatismo exacerbado, una exhibición del poder y exuberancia retórica que parece nos quisiera convertir a la fuerza; una sensibilidad basada en la conversión, el poder, el milagro y la pasión, en suma, en el estado de excepción. Difícil pensar en algo más lejano de la serena honestidad naturalista de Giotto. En el lugar de la excepción en sus pinturas encontramos la bellísima cotidianidad y sencillez del gesto.

Ante un icono o mosaico bizantino caben pocas reacciones más allá de la adoración; ni ante un cuadro barroco, compuesto hábilmente para movilizar nuestras emociones, otra que la conversión. Uno es estático y se pretende imagen de otro mundo; el otro, representación manifiesta, es dolorosamente dramático; pero en ambos casos la imagen nos es impuesta. Al volver a las pinturas de Giotto, en cambio, tengo esa misma sensación que me produce El evangelio según Mateo de Pier Paolo Pasolini: la de ver un hecho.

Hace falta alguien como Ruskin, que comparta esa fe ingenua y denotativa en los hechos de la historia sagrada y el rechazo a su representación dramática, para explicar la fascinación que produce la pintura de Giotto, que no podemos reducirla a la manera de un manual a su valor histórico como pionero en romper con el esquematismo anterior y en descubrir el espacio pictórico y la narración escenográfica o, en el análisis de Ruskin: la mayor claridad del color, las masas más amplias y la imitación más cercana de la naturaleza.

Pero ver a Giotto desde la mirada de Ruskin no solo ofrece la posibilidad de una religiosidad más libre. Volver a las obras de Padua es una oportunidad también para desarrollar una sensibilidad laica libre de toda imposición, de cualquier espectáculo y dramatismo, una sensibilidad que valore el bien, la verdad y la belleza, la belleza del gesto, por encima de todas las cosas. Es descubrir otra mirada.

El entierro, obra de Giotto comentada por Ruskin. Cultugrafía, difusión y crítica cultural.
El entierro.

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