La mejor definición del género ciencia ficción nos la proporciona, no podía ser otro, el escritor Isaac Asimov: «la ciencia ficción es la rama de la literatura que trata sobre la reacción de los seres humanos a los cambios en la ciencia y la tecnología».
Naves espaciales, viajes en el tiempo, monstruos primigenios, extraterrestres, agujeros negros en el espacio, exploradores de nuevos planetas, computadoras con capacidad humana, sistemas de gobierno distópicos y represivos, androides que se rebelan en contra de su creador, drogas que proporcionan la felicidad. La atracción por lo que le depara el futuro y sus distintas formas es una constante en la mente humana desde sus épocas más antiguas. Todas estas temáticas son las que configuran el universo de ciencia ficción al que el ser humano del siglo XXI está tan acostumbrado.
El germen de la ciencia ficción: Historia verdadera, Las mil y una noches, Utopía y Somnium
Dijo Sófocles que nada acontece en la vida de los mortales sin una maldición. El futuro del ser humano y de sus avances científicos ejerce una poderosa atracción en su mente y quizás por eso emociona tanto todas estas temáticas, que tienen una estrecha relación con el género fantástico y de terror, en el sentido de que intentan asomarse a los límites de la mente humana y enfrentarse a sus miedos.
Hace 1.800 años, en la Historia Verdadera, el escritor sirio Luciano de Samósata escribe la historia de grupos de navegantes, que tras superar las columnas de Heracles, son arrastrados por una tormenta hasta la Luna, en lo que podemos considerar el primer relato de ciencia ficción occidental. Más tarde, Las mil y una noches árabes, tan elogiadas por Borges también empujarían al desarrollo del género.
Utopía (1516), de Tomas Moro, y Somnium (1634), de Kepler, quedan como pequeños relatos aislados fuera del big bang que llegaría en el siglo XIX, que con la revolución industrial, las mejoras constantes en ciencia y tecnología y la aparición de las primeras revistas científicas le dan cada vez más relevancia al género.
Frankenstein y Viaje a la Luna. Los inicios del género de ciencia ficción
Frankenstein (1818) de Mary Shelley, primer relato de ciencia ficción moderno con esa historia del nuevo prometeto que juega a ser Dios: Victor Frankenstein. Años después, también Edgar Allan Poe y H.P. Lovecraft hacen su gran aportación al género con muchos de sus relatos. Los peligros de la ciencia también aparecen con El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde (1886) de Stevenson.
Con la llegada del cine en el siglo XX, en 1902 George Melies crea Viaje a la luna, historia basada en las novelas de Julio Verne y H.G. Wells; es la primera película de ciencia ficción. Más tarde llega Metropolis (1927) de Fritz Lang con ese mundo dividido entre la clase trabajadora y una clase pudiente, que vive en una especie de paraíso bíblico, y con la primera presencia de un robot en papeles principales.
Años más tarde, Aldous Huxley y su libro Un mundo feliz (1932), nos habla por primera vez de un sistema represivo de reproducción controlada y una droga llamada Soma que manipula las emociones del ser humano. Esta temática de la droga también aparecerá en La naranja mecánica (1962) de Anthony Burgess y su famosa reflexión sobre la violencia, con la posterior adaptación cinematográfica de Stanley Kubrick (1971).
El 30 de octubre de 1938 Orson Wells interpreta La guerra de los mundos en radio, simulando un ataque de Marte y convenciendo con su potente retórica a millones de americanos. Siendo la primera fake new de la historia y demostrando el poder de los medios de comunicación y del género de ciencia ficción en el subconsciente colectivo, como si fuera una de las sesiones de hipnosis colectiva del psiquiatra Jung.
Por otro lado, desde el mundo del arte llegan las vanguardias y una nueva percepción de la realidad y de la figura del ser humano. Con pintores como George Braque y Pablo Ruiz Picasso con el cubismo, el estudio de los sueños con el surrealismo de Dalí o la pintura metafísica de Di Chirico.
La importancia de George Orwell e Isaac Asimov
El miedo a un posible ataque nuclear después de la segunda guerra mundial y el inicio de la Guerra Fría motivaba los clásicos de terror de la Universal en Estados Unidos. Algo que trajo a las pantallas de cine monstruos mutantes que atacaban al apacible y familiar hombre americano como King Kong o el japonés Godzilla, llenando de pesadillas el imaginario colectivo, mientras el género pulp arrasaba en varias revistas americanas, con temáticas tan dispares como la policiaca, la política y la científica.
Durante esa época Isaac Asimov inicia su Saga de la fundación que van desde 1957 a su muerte en 1992, con un total de 14 libros sobre un mundo dominado por los robots y donde establece las tres leyes de su comportamiento -no hacer daño, obedecer normas y proteger su integridad si no se violan las dos primeras-.
Por esa época, el escritor británico George Orwell, después de haber vivido el imperialismo británico en Birmania y de haber visto las consecuencias del fascismo y el estalinismo enfrentados durante la guerra civil española, escribe Rebelión en la granja (1945) y posteriormente, la que podemos decir que es la gran representante de la novela política, la llamada 1984 (1950) y su Big Brother vigilante. Advirtiendo al ser humano moderno de los peligros de las técnicas de manipulación y centros de voluntades de los gobiernos modernos, tal y como haría también el lingüista y filósofo Chomksy años más tarde. Coincide este autor en el tiempo con otro americano, Rad Bradbury y la serie de libros sobre la conquista de marte Crónicas marcianas (1950) y la historia de unos bomberos encargados de quemar libros en Farenheit 451 (1953) -nombre que hace referencia a la temperatura a la que arde el papel-, obra que también tuvo adaptación cinematográfica, esta vez de la mano de Truffaut en 1966.
La ciencia ficción traspasa disciplinas. Experimentación y temáticas vanguardistas
Más de sesenta años después de que Méliès mandara unos hombres a la Luna, llega 1968 y Stanley Kubrick realiza una de las obras artísticas más deslumbrantes y magníficas de la historia de la humanidad, 2001: una odisea en el espacio. Basada en el cuento El centinela de Arthur C. Clarke (convertida también más adelante en novela, 2001: una odisea espacial).
Un grupo de homínidos se reúnen en torno a un misterioso monolito y poco más tarde, en una elipsis temporal y en contraposición de lo apolíneo y lo dionisiaco, viajamos con dos astronautas en una misión secreta a Júpiter, con la computadora HAL9000 controlando el destino de la nave y de los astronautas. Las referencias musicales y filosóficas son de vital importancia, principalmente la obertura Also sprach Zaratustra de Richard Strauss y el Requiem de Ligeti, con una potente influencia nietzscheana en cuanto a superación del ser humano y sus límites morales, para acabar la película de más de dos horas de metraje y tan solo veinte minutos de diálogo con el astronauta superviviente en algún misterioso lugar en el espacio-tiempo y con un final circular que recuerda al eterno retorno del filósofo alemán.
En una evolución de la música y sus letras a atmósferas más futuristas, en 1973 llega el rompedor y asombroso Dark side of the moon de Pink Floyd, el inicio del rock sinfónico, y sus posterior The Wall en 1979 -«we don´t need more education, we don´t need more thought control»-, en otro hito cultural del siglo XX, al mismo tiempo que The doors y su mezcla de blues y psicodelia en Estados Unidos nos acercaban una nueva percepción musical en cuanto a sonidos, búsqueda, experimentación y temáticas vanguardistas.
Star Wars, Dune, Alien y Blade Runner
En los 70 aparece George Lucas con la saga Star Wars, con Luke Skywalker y el lado oscuro de la fuerza como protagonistas, y años más tarde llega la adaptación del bestseller de Frank Herbert Dune (1984) de la mano de David Lynch, con la historia del mesías Paul Atreides y su búsqueda de la Melange en un planeta desierto cubierto de gusanos gigantes Arrakis. Nuevamente, la música juega un papel decisivo con John Williams en el caso de Star Wars y Brian Eno en el de Dune. Con la temática de vida extraterrestre y su posible comunicación con el ser humano, aparece un talentoso Steven Spielberg y dirige también por aquella época la maravillosa Encuentros en la tercera fase (1977).
Se acercan los años 80 y siguiendo la estética gótica de los cómics, Ridley Scott lleva el género a su máxima expresión con dos enormes películas. Alien (1979), con la lucha de la Teniente Ripley contra un monstruo venido del espacio en la nave Nostromo; y Blade Runner (1982), con ese detective que debe investigar, en un Los Ángeles oscuro y cargado de lluvia, una serie de asesinatos cometidos por los replicantes, unos androides de vida limitada encargados de llevar a cabo los trabajos fuera de nuestro planeta, construidos por la misteriosa Tryrell Coportation, que en una reflexión de claros tintes religiosos se revelan en contra de su creador.
En Blade Runner resuena la voz de George Orwell, con la destrucción sistemática del medio ambiente, la profunda soledad del ser humano moderno y el dominio de las grandes corporaciones sobre la voluntad de los individuos. En la historia de un detective que termina enamorándose de una replicante y dudando de su propia identidad y memoria.
A finales de los 80 nos llegan desde Japón dos grandiosos títulos de animación con temática distópica. Akira (1988) ambientada en un futurista New Tokio y Ghost in the shell (1995), que juegan de nuevo con temas puros de ciencia ficción.
Y ya en nuestros días, el género de ciencia ficción se sigue revisando y versionando en títulos como Matrix y una realidad controlada, Interstelllar de Nolan con música de Hans Zimmer y sus juegos en el espacio-tiempo o La llegada de Villeneuve, de nuevo con la temática extraterrestre con la serie Expediente X.
Así que de alguna forma, ya en pleno siglo XXI, ese homínido llamado ser humano continúa contemplando al misterioso monolito lleno de asombro y expectación.
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