Durante este ensayo analizaremos dos conceptos muy valiosos en cuanto a la comprensión y análisis artístico contemporáneo: el Aura de Walter Benjamin y La muerte del autor de Roland Barthes. Entenderemos así cómo, a lo largo de toda la historiografía artística, hemos podido llegar al hoy: desde la visión original y limitada en que se elevaban a artista y obra a algo único y sobrenatural; hasta la reelaboración de obras a partir de otras; considerar cualquier objeto como arte; e incluso a todo lo contrario, dudar de la originalidad de cualquier obra por muy exclusiva que sea.
Índice de contenidos:
- El AURA de Walter Benjamin.
- De la era de la reproducción mecánica a la era de la reproducción digital.
- La muerte del autor de Roland Barthes. Del estructuralismo al posestructuralismo.
- Barthes: ninguna obra es una creación original.
- El nacimiento del lector. La obra de arte la interpretamos todos.
- Serie: Análisis historiográfico completo (I, II, III y V).
- Bibliografía serie Análisis historiográfico completo.
El AURA de Walter Benjamin
El aura que posee la obra de arte sobre la que escribe Walter Benjamin en La obra de arte en la época de su reproducción mecánica (1935), es un atributo especial que solo poseen las obras auténticas. Durante el siglo XIX, los primeros fotógrafos tenían una necesidad experimental y documental, pero durante el siglo XX y con la democratización de la prensa escrita, la fotografía perdería su aura por su tendencia a la reproducción masiva, algo que ha ido en aumento hasta nuestros días gracias a (o por culpa de) los avances tecnológicos, de comunicación y la fotografía digital.
El aura provoca la emoción surgida a partir del contacto directo con la obra auténtica, algo que no poseen ni las falsificaciones ni las reproducciones. En ese sentido, Benjamin habla de la necesidad de ir a donde esté la obra auténtica para poder experimentar el contacto con ella. Equipara el aura al halo que acompaña a una divinidad para justificar quizás, el respeto y veneración del que las obras de arte deben ser objeto.
Aunque por esa misma regla de tres, el aura podría aplicarse a cualquier obra conceptual o readymade, es decir, a cualquier objeto con su significado cambiado expuesto en un museo. Los individuos se dedicarían a escrutar el objeto artístico y lo analizarían con tal de advertir el significado que le ha dado el artista. Aunque quizás, Benjamin no vería como merecedoras de aura obras de tal naturaleza, pues el aura debía ir ligada no solo a la originalidad y exclusividad de copia única de la obra, sino que iría ligada más bien a la elevación estética que pudiera provocar en su contemplación, y por tanto al virtuosismo del artista.
De la era de la reproducción mecánica a la era de la reproducción digital
Benjamin nos dice que no es lo mismo disfrutar de una reproducción que estar en contacto directo con la obra. Hoy día no vemos las obras de arte auténticas; estamos en contacto con reproducciones a través de fotografías y vídeos que vemos a través de internet.
Ha habido un salto de la reproducción mecánica a la digital. Aunque más que en su disfrute estético, que es a lo que se refiere Benjamin con el aura y su contemplación directa, cabría mejor preguntarse si no merece también la pena disfrutar, a través de la pantalla de un ordenador o un smartphone, de una obra que está en un museo al otro lado del mundo. O de poder contemplar una obra postfotográfica o de videoarte, hecha con “retales” de aquí y de allá, con tal de que el mensaje crítico que contiene llegue a conciencias que están pidiendo a gritos un poco de aire fresco. No todo van a ser selfies y puestas de sol.
Con la instalación In Loving Memory /À la douce memoire (2015), del grupo After Faceb00k, los artistas han partido de imágenes captadas de internet para cuestionar lo que ocurre tras la muerte con todas nuestras imágenes almacenadas en redes sociales. À la douce memoire simula una especie de cementerio digital. Las lápidas son sustituidas por los megaservidores encargados de almacenar todas las imágenes, y en el techo, simulando el cielo, están las pantallas por las que discurren las imágenes de todos los fallecidos extraídas de sus perfiles conmemorativos de Facebook.
Presentan una colección de más de cuatro mil capturas de pantallas de páginas memoriales, para examinar las convenciones sociales sobre la muerte y el duelo en la era postfotográfica. […] Facebook, por ejemplo, no permite dar de baja esas cuentas, solo convertirlas en «conmemorativas»; hoy existen más de 46 millones de perfiles activos de usuarios que han muerto. […] ¿Qué elegías postfotográficas paliarían hoy nuestro dolor? Esa obra de After Faceb00k deja la cuestión perfilada.
(Fontcuberta, 2016: 198-200).
La apropiación y reelaboración de obras a partir de otras o cualquier elemento extraído de la cultura popular, internet, cámaras de seguridad, etc., provocará la muerte del aura de Walter Benjamin y dará la razón al cuestionamiento sobre la autoría de la obra de arte que lanzaría Roland Barthes en 1967 con La muerte del autor, precisamente el mismo año en que Debord publicó La sociedad del espectáculo; un buen año para la historia del pensamiento de la humanidad.
La muerte del autor de Roland Barthes. Del estructuralismo al posestructuralismo
Seguimos por fin con ese cambio de paradigma en la historiografía artística donde el autor ya no es lo importante, pero ahora en este caso tampoco lo va a ser la obra, ni siquiera el contexto de ambos, sino la interpretación que cada individuo pueda tener de todas las posibilidades que le brinde su habitus (volvemos a relacionar Bourdieu y arte).
Rolan Barthes publica un breve ensayo -de tan solo siete páginas- donde hace una crítica al limitado análisis estructuralista que se hacía de las obras literarias. La muerte del autor (1967) representa una reforma y es el puente que une la corriente estructuralista con la posestructuralista.
El estructuralismo tomaba la obra literaria como una estructura que pertenecía a un género y que tendría elementos en común con obras de la misma naturaleza, pero con la nueva visión que aportó Barthes, la obra tendría además múltiples interpretaciones que dependerían no solo de los signos incluidos en el texto, sino además del conocimiento que cada individuo/lector tuviera -en su sentido más amplio- sobre géneros literarios, su contexto, signos y demás elementos que formasen su imaginario, cultura o yendo todavía más lejos, su subconsciente.
Barthes: ninguna obra es una creación original
Barthes no estaba exento ni mucho menos, al igual que la mayoría de autores que tratamos en el artículo anterior: Situacionismo y Escuela de Fráncfort; de la influencia marxista, incluso ahora también desde el prisma a través del cual dio su particular sentido del arte y el exceso de protagonismo que se otorgó a los artistas, pues también se pregunta si deberíamos darle tanta importancia a cualquier autor individual.
Por lo que siguiendo con la concepción de Barthes -y tal y como también hizo el historiador de arte Jacob Burckhardt- destaca la importancia del contexto cultural del autor, para añadir que ninguna creación es original, sino la suma de otras tantas lecturas e interpretaciones que andan inscritas en la conciencia colectiva y en la propia del autor y que, de alguna manera, resurgen y son plasmadas en sus obras, como si el poder de los autores fuera el de ser originales a la hora de mezclar y plasmar todas esas apropiaciones culturales.
Algo que parece sumamente complicado pero que se puede entender fácilmente si lo llevamos al extremo: con el ejemplo del compositor que plagia sin premeditación, pero que lo hace, porque tenía la melodía en su subconsciente y la ha recreado en su composición “original” pensando que así lo era.
El nacimiento del lector. La obra de arte la interpretamos todos
Barthes sostiene que la celebración del autor como un creador divino es algo específico del occidente moderno y resultado de la semilla que plantó la reforma protestante sobre el hoy, desarrollado en exceso, individualismo de la sociedad moderna. Otra pieza a incluir, sin duda, en los motivos que originaron el método biográfico de Vasari. Algo que provocaría que hasta Walter Benjamin dotara de aura a toda obra de arte original.
Y es que, el análisis concreto de cualquier obra, ya sea literaria o artística, se ha llevado a cabo a lo largo de la historia mirando a través de ella o del autor y sus intenciones para buscar significados. A partir de La muerte del autor (1967) -y del nacimiento del lector- serán también tomados en cuenta los lectores, espectadores o audiencia en general que consuma cualquier obra o producto cultural, los responsables de darle su propio significado.
ANÁLISIS HISTORIOGRÁFICO COMPLETO I, II, III y V:
- 1. Los fusilamientos del 3 de mayo. Análisis historiográfico completo (I).
- 2. Goya, estilo y revolución. Análisis historiográfico completo (II).
- 3. Situacionismo y Escuela de Fráncfort. Análisis historiográfico completo (III).
- 5. Estética y contexto: la experiencia artística plena. Análisis historiográfico completo (V).
Otros artículos de tu interés:
- De artesano a genio creador. ¿Qué es un artista? (artesano artista genio).
- El cuadro mal llamado Guernica. Charla con el Dr. José Barbadilla. (Guernica Picasso análisis).
- ¿Por qué todo puede ser arte? Arbitrariedad, significado y significante. (Arbitrariedad del signo significado).
- Narcisismo, selfie, tontos y gordos. El secreto oculto de las redes sociales. (Redes sociales narcisismo).
BIBLIOGRAFÍA SERIE ANÁLISIS HISTORIOGRÁFICO COMPLETO
- ADORNO, T. y HORKHEIMER, M. (1944). Dialécticas de la Ilustración.
- AGUADO, J.M. (2004). Introducción a las Teorías de la Comunicación y la Información.
- BARTHES, R. (1987). La muerte del autor.
- BENJAMIN, W. (1935). La obra de arte en la época de su reproducción mecánica.
- Campàs, J. (2019). La construcción del conocimiento en historia del arte. Barcelona: UOC.
- DEBORD, G. (1967). La sociedad del espectáculo.
- FONTCUBERTA, J. (2016). La furia de las imágenes.
- RODRIGO ALSINA, M. (2001). Teorías de la comunicación. Ámbitos, métodos y perspectivas.
- Rodríguez Granell, A. (2019). Arte y política. Walter Benjamin, Max Horkheimer, Theodor W. Adorno y Jürgen Habermas. Barcelona: UOC.