- Debemos conocer Portugal.
- Portugal y España, alejados por una historia común.
- Potenciando la unión peninsular.
Debemos conocer Portugal
Hace un tiempo, tuve la oportunidad de escuchar a don Miguel Garrigues Walker en un acto público con jóvenes que tenía como hilo conductor la Hispanosfera. A ellos les pidió, con la sabiduría del viejo profesor, que aprendiesen portugués y que se lanzasen a conocer Portugal.
Recriminaba a las autoridades educativas en un ambiente tan académico como era aquel que no fomentasen el aprendizaje del portugués en las escuelas españolas y que las universidades -el encuentro fue en la sede de una universidad- no estableciesen más lazos de colaboración con las instituciones académicas del país vecino.
Lamentó de manera especial que los españoles mantengamos una actitud de superioridad cuando viajamos al país vecino en lugar de ir con la actitud del que visita la casa de su hermano. Manifestó con la humildad que le caracteriza y sin grandes alaracas el desconocimiento ante tal comportamiento de sus conciudadanos.
Portugal y España, alejados por una historia común
Aquellas palabras del profesor Garrigues me hicieron plantearme desde la visión menos prepotente y más próxima de un gallego que considera a Portugal su segunda casa cuál sería la causa de tal actitud del resto de los españoles. Después de un tiempo de reflexión, me aventuro a dar mi visión de este alejamiento. No pretendo nada más que volcar sobre estas líneas mi hipótesis sobre el tema sin más pretensiones.
El origen de esta actitud de los españoles hay que buscarla en los anales de la historia y en tres momentos muy concretos del devenir común de los dos pueblos: la llegada al poder de los Reyes Católicos, la invasión francesa y ya en el siglo pasado el final de las dictaduras de Salazar y Franco.
Isabel de Castilla contra Juana la Beltraneja
El primer momento histórico nos remonta a las luchas dinásticas por la Corona de Castilla entre Isabel de Castilla y su sobrina Juana la Beltraneja. El sobrenombre de la segunda tiene su origen en su presunto origen bastardo que circulaba por la corte de Castilla. Isabel, hermana del rey recién fallecido reclama su derecho legítimo al trono apoyada por la nobleza de Castilla temerosa de que la llegada de Juana, de origen portugués, les hiciese perder su influencia en la corte frente a la portuguesa y por extensión a la gallega, que había tenido un papel predominante en el pasado a través de figuras tan representativas como la del conde de Traba, que había sido tutor real. Esto les hizo decantarse por la aspiración ilegítima de Isabel frente a su sobrina Juana. La victoria de la primera provocó que España y Portugal volviesen a darse la espalda y a mirarse con recelo.
Tensiones entre España y Portugal durante la invasión francesa
El segundo momento tiene lugar en el siglo XIX, cuando Napoleón invade la península con la disculpa de pasar por el territorio español para someter a Portugal que estaba bajo la influencia de la corona británica, enemiga acérrima de Napoleón Bonaparte y del país vecino.
La influencia inglesa será una constante en Portugal, mientras, España va a estar bajo la órbita francesa desde la llegada de los borbones al trono, emparentados con la realeza del país vecino a pesar de perder la cabeza a manos del pueblo galo. La influencia británica en el país vecino lo llevará a un cosmopolitismo del que carecerá Madrid, encerrado en el corsé de la influencia religiosa que lo hará recluirse dentro de sus fronteras.
El final de las dictaduras de Salazar y Franco
El tercer momento de la historia nos retrotrae al siglo pasado y más en concreto al final de las dictaduras en ambos países. El pueblo luso, con la ayuda del ejército, un dos de abril consiguió sacar a Salazar del poder, en la conocida como Revolución de los Claveles. Que convirtió al Grândola Vila Morena de Zeca Afonso en el canto libertario del pueblo portugués.
En nuestro caso, el dictador murió en la cama dejando bien atado el futuro inmediato del país. La tan manida Transición Española poco tiene que ver con la ruptura de la dictadura de nuestros vecinos portugueses. No podemos perder de vista que nuestra salida de la dictadura militar ha sido por la puerta de atrás, buscando la discutible no confrontación entre bandos. Pero eso daría para otra reflexión que ahora no viene al caso.
Tan cerca pero tan lejos
Esos tres momentos de la historia son, a mi modesto entender, los pilares sobre los que podemos asentar la actitud de España y de los españoles cuando miran hacia Portugal. En lugar de potenciar acciones conjuntas y colaborativas les damos la espalda y sólo cuando los necesitamos reclamamos su presencia. La tan manida unión ibérica no deja ni dejará de ser una gran entelequia por mucho que nos una más de lo que nos separa.
Potenciando la unión peninsular
Ya hemos analizado las causas; ha llegado el momento de lanzar el guante que nos ha dado el viejo profesor y aportar soluciones para dejar de vivir de espaldas a Portugal. Quien ya lo ha hecho ha sido la Europa de las regiones. En el organismo europeo existe con entidad jurídica la Eurorregión Norte de Portugal-Galicia que va desde A Coruña hasta Porto, la EUROACE (Alentejo, Extremadura, Centro de Portugal) y la EUROAAA (Andalucía, Algarve, Alentejo). Si estas tres eurorregiones llevan años siendo una realidad sin menoscabo de la tan manida soberanía de los países, con la que la UE no puede ser ya más respetuosa, ¿por qué los dos países no pueden pensar en clave peninsular?
Alta velocidad entre España y Portugal
Sería un paso importante para esta cohesión territorial empezar a abordar con verdaderas intenciones las inversiones necesarias para que la alta velocidad sea una realidad entre A Coruña y Porto, por el que existe una apuesta decidida por parte del gobierno luso; entre Madrid y Lisboa, y por qué no, entre Almería y Faro, esta última conectada a través del corredor mediterráneo con Europa. No olvidemos el papel que tuvo en la cohesión de los Estados Unidos el ferrocarril en su momento. ¿Por qué no puede desempeñar el mismo papel en la vieja Iberia la alta velocidad?
Educación y cultura para mejorar las relaciones hispano-lusas
Otro eje fundamental para dejar de vivir de espaldas y mejorar las relaciones hispano-lusas, como ya dejaba entrever el profesor Garrigues, es la educación. En los planes educativos de España debería potenciarse el aprendizaje del portugués, algo que ya se hace en los centros educativos del sur de Galicia, y el estudio de la literatura portuguesa; conozcamos la obra de Pessoa, Camõens o Saramago en su lengua original como hacemos con la literatura inglesa o francesa. Ya sé que es un poco de ilusos pretender que esto suceda cuando en el sistema educativo español no presenta atención al gallego, catalán o euskera fuera de sus territorios lingüísticos y se vive de espaldas a sus literaturas, cuando son tan españolas como la castellana. No lo digo yo desde la atalaya del noroeste peninsular, desde la Finisterre romana, lo afirma la tan manida Constitución del 78. Pero eso ya es tema para otra reflexión.
Me gustaría acabar con las palabras de mi admirado Gianni Rodari en la última línea de su último relato de Cuentos al teléfono, en este caso no como final de mi reflexión sino como inicio de lo que deberíamos hacer para dejar de vivir de espaldas a Portugal.
“No obstante, queda mucho por corregir: remangad las camisas, hay trabajo para todos.”
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